En esta clase no hay
favoritas.
—No hay más remedio, Nicole. Te quedas expulsada tres días.
No podemos tolerar tus comportamientos—, dice la prefecta con voz seca. — Te
llevarás este reporte rojo y le extendió el reporte deslizándolo sobre el
escritorio.
En el salón, las chicas del segundo grado del bachillerato
se acomodan entre las filas de los pupitres. A través de la ventana se ve el
patio de la escuela, una cancha de baloncesto que está rodeada de tierra. Al
fondo los baños sin paredes ni techo, de manera que desde la ventana del salón
puede verse si hay o no alguien en el baño y dado el tamaño pequeño del
colegio, es muy fácil saber quién está ahí con tan solo ver los zapatos. En la
escuela solo hay niñas o chicas o ¿mujeres? bueno, a ese colegio no podían
entrar hombres. Era solo para ellas.
Macaria llega todos los días con lentes de sol y al llegar
se los quita para ponerse unos anteojos que le hacen el efecto de agrandarse
los ojos a causa del aumento. Dentro del salón, la maestra se sienta en su
escritorio que está arriba de un escalón que divide el lugar donde se sienta
ella y las alumnas.
—¡Siéntate bien, susana! — grita de inmediato. —Cierra bien
las piernas por dios— Las demás chicas la miran rápidamente. Susana, sentada en
la tercera fila, obedece al instante. —No estamos en tu casa para que te
sientas como quieres —. Dice frunciendo el entrecejo.
—Saquen la oratoria que dejé como tarea la clase anterior.
Vamos a revisarla —. Continua.
Sofía quien se sienta en la primera fila cerca de la puerta,
se pone de pie y comienza a declamar su oratoria. Al terminar, Macaria indica
que es el turno de Luisa.
—Adelante Luisa. Comienza. Recuerda que la ultima vez habías
olvidado la exhortación. También acuérdate que para la exposición final tienes
que traer los zapatos cerrados, boleados y el uniforme como dios manda—.
Luisa comienza a declamar su oratoria, su rostro se ruboriza,
pero ella continúa declamando y mirando al piso. Macaria la observa fijamente.
—Te cuesta memorizar, ¿no? se nota que te está costando
trabajo tomar confianza. Es normal para algunas, a ver si te da tiempo para la
exposición, pero vas mejorando a tu ritmo y a medida que puedes.
Macaria continúo con las chicas que se sientan al frente del
salón. Una tras otra, haciendo su respectiva retroalimentación siendo
exhaustiva con algunas y haciendo comentarios mínimos hacia otras. No deja
mucho tiempo para preguntas.
Desde el penúltimo pupitre, se escucha una voz. La maestra
desde su escritorio voltea con los anteojos a media nariz.
—Maestra, ¿no vas a revisar nuestras oratorias? — dice Diana desde su lugar.
—Se levanta la mano antes de hablar, Diana. Siempre se los
digo, ya están en bachillerato, deberían de saberlo. Pero sí, linda. A ver,
Nicole — dijo la profesora, sin mirarla directamente.
Nicole no se mueve. Se
queda sentada, abriendo los ojos completamente, su piel se empalidece.
—Nicole… ¿No hiciste tu tarea? Siempre es lo mismo contigo. No entiendo para
qué vienes al colegio si no vas a estudiar, ¿no puedes hacer un esfuerzo mejor? — le dijo en voz alta al frente del
grupo. El salón guardó silencio.
—Maestra, ¿sabías que Nicole ya tiene novio? — grita
Montserrat.
—¿Ah, y quién es? — pregunta Macaria
—Pedro González —gritan en coro algunas de las chicas.
Macaria se detiene. Mira a Nicole y dice:
—¿Pedro González hijo de Azucena Martínez? — dice abriendo
los ojos como de sorpresa.
—¡Sí! —confirma Montserrat.
—¿Pedrito anda contigo? —dice Macaria recorriendo con la
mirada a Nicole desde la cabeza hasta sus zapatos detenidamente a manera de escáner.
De repente suena el timbre. La clase de lingüística ha
terminado. Nicole se levanta de su asiento. Rápidamente saca su suéter y haciendo
un nudo con él se lo cuelga sobre su cintura y sale girando la cara hacia el lugar
donde estaba sentada. Una mancha de sangre se queda en el pupitre.
Macaria sale también del salón y entra a la sala de maestros
donde están otras profesoras del mismo grado.
—¿Cómo te fue en clases Macaria? — pregunta Beatriz la
profesora de química.
—Pues ya ves, lo de siempre. Quien quiere poner atención la
pone—dice sacudiendo la cabeza —No sé qué hacer con el grupito de atrás. Ya
sabes, el de Diana, Nicole, Susana, y esas—.
—No lo pienses demasiado, ya sabes que hay niñas problema
por todos lados — contesta Beatriz.
—No sé que les pasa a esas chicas — toma la palabra Liliana la profesora de geografía — en mi
salón se la pasan platicando, me dijeron algunas chicas del grupo que una de
ellas, creo que Nicole ya tiene novio, ¿no?
—Sí, el hijo de Azucena, Pedro —
dijo Paty, la prefecta de la escuela.
Azucena, es otra profesora del colegio para varones.
—Pobre de Azu, si
supieran que Nicole es una niña muy problemática, pero no es solo ella, también
su grupito— Continúo. Las llaves que tiene colgadas en el cuello suenan a
medida que se levanta para servirse una taza de café.
Al día siguiente en clase de geografía, Liliana reparte a
las chicas los exámenes sorpresa que realizaron la semana pasada. Nicole al
recibir su examen se da cuenta que obtiene un 4.6/10 de calificación.
—A las que sacaron menos de seis en el examen, voy a mandar
este reporte para que sus padres se enteren y lo traigan firmado— dice Liliana.
—Voy a decir el nombre de las que deben traer el reporte la próxima semana—.
El salón se detiene, guardan completamente silencio para
escuchar quienes son las de la lista, guardan silencio por primera vez sin que alguien
se los pida, ellas son testigos y lo saben. Actúan como testigos en un juicio antes
de que se dicte una condena.
—Nicole, Susana, Diana, Luisa y Lolita— Ya saben qué hacer,
no es la primera vez.
Nicole, llega a su casa y corre a su habitación a cambiarse
de ropa. Después llega la madre y ve el reporte sobre la cama.
—¿Y esto? — pregunta su madre, tomando el reporte.
Nicole se lo muestra y cuenta ampliamente lo que ha sucedido
para sacar esa calificación. Las preguntas que no entendió y el tiempo que se
le escapó.
Su madre la mira, respira profundo, y finalmente le dice:
—Está bien Nicole, vamos a mejorar esto, si quieres— Le dice
incitándola a mejorar sus calificaciones y le ofrece alternativas para tomar
clases extras por las tardes.
Al día siguiente, Nicole llega a clases y se da cuenta que
el reporte se queda sin firmar. Rápidamente toma una pluma azul de su mochila
y, haciendo un trazo similar a la firma de su madre lo firma y lo guarda
nuevamente.
En clase de geografía, Liliana dice con voz firme:
—A ver, las reprobadas saquen los reportes firmados y
déjenlos en el escritorio —.
Nicole se levanta. Va a su escritorio, saca el papel de su
mochila y lo deja con cuidado sobre el escritorio. La maestra toma el conjunto
de reportes y los revisa de manera fugaz. Los ojos de Liliana se quedan un
momento en el reporte de Nicole. Liliana la mira de reojo, no como si estuviera
molesta, sino como si ya estuviera esperando algo así y con un falso gesto de
preocupación disfraza un momento placentero para ella.
Después del receso, las chicas entran al salón. Es la clase de química con la profesora
Beatriz, tocan a la puerta con un golpe sordo. Beatriz abre y entran caminando
la prefecta Paty con conjunto de llaves en su mano derecha y detrás, siguiendo
sus pasos la maestra Liliana.
—Disculpa la interrupción Beatriz, pero precisamos que Nicole
nos acompañe a la dirección—dice Paty con voz seria.
Todas la miran en continuo silencio. Nicole se levanta del
último pupitre y camina por el pasillo hacia la puerta como quien va con los
ojos vendados al pelotón para ser fusilado.
En el camino a la dirección, un sudor frío recorre a Nicole,
sus zapatos le aprietan y el único sonido audible es el de los tacones de la
prefecta y el de las llaves que las hace girar.
Ya en la dirección, la prefecta se sienta frente a Nicole y
saca de entre el llavero una llave. Liliana permanece parada en la puerta como
si fuera una clase de portera o quizás de carcelera.
—¿Tú sabes que falsificar un documento, es un delito? ¿no? —
pregunta Paty. El tono es directo, sin adornos.
Nicole no sabe qué decir. La voz se le corta. No puede
pensar. No hay excusas, solo el gesto de la firma y el trazo apresurado.
—Sabes que en este momento puedo llamar a la policía y ellos
te llevan presa, ¿Verdad? — continúa mientras toma el teléfono con la mano y
haciendo el gesto de marcar un número.
—Liliana, comunícate por favor con sus padres— Paty le
extiende la mano para darle el teléfono.
En ese momento, la prefecta mete la llave en el orificio y
abre un cajón de su escritorio. Saca un conjunto de boletas de colores. Una
blanca, una verde, y una roja.
Mientras tanto Nicole no puede evitarlo. Las lágrimas caen,
lentas, como si las tuviera acumuladas en un lugar profundo. —Este reporte rojo
significa que quedas suspendida del colegio por lo que hiciste—. Nicole toma la
boleta y sale de la oficina.
Pasado los tres días de expulsión. Nicole regresa a la
escuela. Al llegar, las compañeras de clase la miran en silencio, nadie la
saluda. Es como si nadie la ve, es como un fantasma a la que le dan permiso de
existir entre los vivos.
Macaria llega y se sienta en su escritorio, comienza a tomar
lista de manera automática. Los ojos de Macaria se mueven de nombre en nombre.
—Maestra, te olvidaste de nombrarme— dice Nicole. El
murmullo que había antes en el salón se apaga.
—Ah, pensé que seguías expulsada—dice Macaria sin levantar
la mirada sin mostrar ningún tipo de interés.
La clase sigue su curso, como si Nicole nunca hubiera
hablado. La campana del receso suena. Las chicas se levantan, algunas van al
baño, otras se juntan en pequeños grupos, pero hay algo diferente. Las
conversaciones son cortas, interrumpidas por miradas rápidas hacia Nicole casi
furtivas. Algo observan, pero nadie dice nada.
Nicole, se sienta en una de las bancas del patio. El viento
de la tarde la golpea, en eso, su teléfono vibra y se da cuenta que ha recibido
un mensaje de Pedro.
—Vamos a cenar sushi, Nicole. Yo te invito, paso a
buscarte a las 8:00pm y vamos juntos caminando —. Nicole sonríe y contesta
rápidamente que sí.
En esa misma noche, a las 8:30 el teléfono de Nicole vuelve
a vibrar.
—Nicole, sabes que te quiero mucho ¿no?, no podré llegar
a la cena—. Nicole comprende que hay situaciones que pasan más allá del
propio control.
Han pasado dos semanas desde el último mensaje que recibió
de Pedro. Nicole le ha llamado algunas veces, pero sus llamadas no son
respondidas. Durante ese tiempo, Nicole pasa sus tardes acostada, dormida. Los
días pasan uno a otro. Sus padres la observan, hablan entre ellos y dicen que
su comportamiento es parte de su desarrollo, por lo que la miran, hablan con
ella las veces que está despierta y la animan a probar alguna actividad nueva.
Es el primer día de clases después de las vacaciones de
invierno. El teléfono vibra. Es Pedro. El mensaje dice:
—Nicole, te envío este mensaje para decirte que he
pensado mucho en nosotros. Creo que por ahora no estoy listo para seguir. Te agradezco
el tiempo que pasamos juntos. En mí tendrás un amigo—.
Nicole lee el mensaje y lágrimas comienzan a rodar de sus
ojos. Frunce el ceño y permanece sentada en su habitación por un largo rato.
—Nicole, hoy es la semana científica, la semana de declamar
las oratorias. Has trabajado tanto en eso — Entra su madre a la habitación con
un tono de voz alto.
—Ma, es Pedro—, dice Nicole, con la voz baja y mirando el
mensaje. — Me dice que ya no quiere ser mi novio, no entiendo qué pasó—. Dice Nicole
La madre se acerca, y se sienta a lado de ella.
—Hija, es verdad que por ahora estas muy pequeña. Pero ten
por seguro que Pedro se dará cuenta de la gran chica que eres. Es importante
respetar su decisión— La madre habla con ella mientras pasa su mano sobre el
cabello de Nicole a manera de caricia.
Nicole se alista con movimientos lentos y con letargo se
coloca los nuevos zapatos que su madre le compró, unos nuevos que no la aprietan.
Antes de salir se coloca frente al espejo y se mira.
El salón está lleno. Los padres, amigos y profesores del
colegio están sentados, mirando desde atrás a las chicas que participan en el
concurso de oratoria. El salón está adornado. Las maestras pasaron su tarde haciendo
adornos de papel para el evento y con el dinero de la cooperación compraron una
tarima. Las chicas están sentadas en las primeras filas.
Al final del ciclo, el colegio convoca a los padres a una
reunión para entregar premios a las alumnas que han mostrado un valioso
desempeño académico.
—Antes de comenzar el concurso de oratoria, comenzaremos con
la entrega de reconocimientos a las niñas— dice Liliana por el micrófono —Pasen
Sofía, Alejandra y Martha.
Las chicas se levantan de sus asientos con movimientos
rápidos, caminando erguidas y con una sonrisa en el rostro. Nicole desde su asiento.
Escucha atenta, pero no la nombran en la lista de las alumnas valiosas.
Es el comienzo del concurso de oratoria. La primera en pasar
es Sofía, comienza a declamar su discurso con el tema de la empatía y
solidaridad. Al finalizar, los padres y profesores le aplauden. Es el turno de
Nicole. Sin titubear, se levanta de su asiento, al caminar los zapatos le
rechinan. Nicole, está lista para empezar.
Las rayas de las acotaciones están todas mal puestas, como en: "tus comportamientos—, dice la prefecta con voz seca. — Te llevarás", que debe ser: "tus comportamientos —dice la prefecta con voz seca—. Te llevarás..."
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