El regreso al silencio
Tú, el hombre que
nunca conoció la paz. Te has pasado la vida buscando algo que deseas desde siempre, y a pesar de que es
sencillo y que no debería ser difícil de encontrar en este vasto mundo, tú nunca llegaste a lograrlo. Un lugar donde puedes
encontrar la paz y la tranquilidad que te hacen falta. Este rincón pequeño del mundo a coger tus penas,
aliviarte sin pedirte nada a cambio. No es tan sencillo como imaginas. Te
desesperas, te angustias y pasas noches enteras sin dormir, sumido en
pensamientos que parecen escapar entre tus dedos. A pesar de todo lo
que haces por atraparlo, piensas que en ningún momento y que no hay ningún lugar
donde puedes descansar tu alma al encontrarlo. Has recorrido el mundo entero, de
un país a otro, así mismo de una ciudad a otra, pero nunca has encontrado lo que buscas.
En
fin, el tiempo ha pasado, y la juventud ya no está, viejo y con memoria bien
cargada, caminas por las calles de esta ciudad mediterránea. Un lugar que te ha acogido
como a un hijo pródigo. Ahora, a tus sesenta y cinco años, disfrutas de la paz
y la tranquilidad como un turista más. Mientras caminando al azar y sin destinación
exacta, saliendo de uno de estos callejones estrechos y entrelazados como un rompecabezas, de repente te
encuentras frente al azul profundo del océano infinito. Cruzas el parque que se
encuentra a lo largo de la orilla y que separa la avenida del susurro de las
olas, donde te sientes sobre una piedra con bordes oscurecidos y el centro
pulido y brillante, de la multitud de manos que han dejado sus huellas en ella
para siempre, después haber usarla como sillón. Aunque la piedra no es igualada
y tampoco confortable, te sientes en ella con tranquilidad como si fuera el banco
más cómodo en el mundo, planteado frente al mar, donde el agua cristalina que acaricia
la arena dorada. El sol te calienta la piel, y de allí surge una sensación que
habías olvidado. Cierras los ojos y escuchas el sonido de las olas, y el canto
de las gaviotas. Por la primera vez en tu vida te encuentras
tranquilo y a gusto, en la orilla de esta ciudad costera.
Transportando tu mirada alrededor, y la figas
en el vasto azul más de agua, así dejas tu mirada se resbala hasta tan lejos
para acariciar el horizonte, casi te sientes bailando con las olas del océano
y, por un momento, tomas un profundo respiro, ya crees que tal vez, por fin, el
mundo se detuvo a tu favor.
Te preguntas: ¿Ya no
hay más de ansiedad, ni de preocupaciones?, ¿Ya soy libre y que no tengo de ir
a ningún otra parte, eso es el final de mi destino?
Todo lo que has vivido en tu triste
pasado, las guerras, tus huidas del odio por no encontrar el amor perdido,
corriendo de un país a otro, y todas estas vidas que dejaste atrás, parecen
ahora muy lejos, distantes y ya no te molestan, tu nunca puedes creerlo, es casi
algo imaginario.
¿Recuerdas aquel joven que soñaba con
escapar de la tormenta? ¿Recuerdas como estabas desesperado y cansado por no
poder romper tu mutismo?
¿Recuerdas como
caminabas con miedo a lo desconocido, en búsqueda de respuestas que nunca llegaron?
Hoy, tú mismo, llegas
a ser un otro.
Por el momento, ya no
tienes rastro de aquel miedo, ni de aquella tristeza que pesaba sobre tu
agobiado pecho.
Ahora te encuentras aquí, en tu nuevo hogar, en
esta ciudad donde ya no hay prisa, y el tiempo parece detenerse para dejarte
respirar. Si, estas aquí donde el sol calienta las piedras
y los muros de las calles, para que su calor acaricie tu alma dolida, y helada
de frio.
Por supuesto, ya no hay duda, que estás
aquí relajado entre los brazos de la vida que transcurre con la calma y la paz.
Una cosa que nunca imaginaste alcanzar, y tampoco en ningún momento poder
saborear.
Después
de tanto luchar y gritar estridentemente, correr de aquí para allá exigiendo tu
existencia, ahora caminas lentamente, como quien tiene cuidado de no perturbar
la calma del momento. Aquí en este orilla rocosa, tú tratas de conservar tu
profundo silencio, junto al murmullo de las olas del mar agitado, quien al
chocar contra las rocas, tú disfrutas de verlas estallándose en el aire y luego
desplomarse como chispas cristalinas cayendo del cielo.
Ahora
desfrutas cada segundo, ya no te importa que la gente que camina a tu alrededor
no te prestan atención, aunque te ignoran.
Tú dejas que el mundo sigua su curso sin que
tú intervengas, eso ya no te importa, eres libre de tus angustias, ahora tú
llegas a vivir con calma e indiferente.
Ahora
todo para ti es distinto. Quizás porque nunca pensaste que vivir en paz fuera
algo alcanzable, tal vez por la costumbre de tu eterna lucha de sobrevivir a
que te ha acompañado durante tanto tiempo, o por la tanta soledad que llevas
dentro. Pero ahora, y por primera vez, el sol te parece más cálido, más
luminoso y tierno, así la brisa más aromática, acariciante y suave.
Al sentirte feliz, tú levantas y sigues caminando tranquilamente hasta de
nuevo te cansas, allí te encuentras frente de un banco junto a la playa, te
sientas, y dejas el sonido de las olas seguir acariciándote el oído. De repente
se mezcla con una música distante que llega hasta ti, como si hubiera sido
puesta allí solamente para ti.
Es
flamenco. Un guitarrista, con un aire rebelde, toca unas melodías que tienen
algo de lucha y algo de nostalgia, que te hace volver atrás, atravesó de los
años del pasado. Las notas se van subiendo y bajando viajan hacia ti, juegan
con tus emociones, hasta que lleguen a tu interior y despierten a tu memoria
somnolienta. Y entonces, sientes esta corriente de emociones te atraviesa el
alma como un rayo de luz, y te invade el cuerpo con fuerte escalofrió.
La música te transporta a otros tiempos, a
otros lugares.
Te ves a ti mismo de niño, jugando en las
calles de tu pueblo, rodeado de amigos y familiares.
Te ves de joven, luchando por tus ideales,
defendiendo tu patria.
Te ves de adulto, trabajando duro para sacar
adelante a tu familia, sufriendo por la pérdida de tus seres queridos.
Pero también te ves en este presente, en esta
ciudad mediterránea, disfrutando de la paz y la tranquilidad que tanto habías
anhelado. Te ves rodeado de gente amable. Te ves feliz, por primera vez en tu
vida. La música sigue sonando, las
lágrimas siguen brotando. No te avergüenzas de llorar, sabes que es una forma
de liberar todo el dolor que has acumulado durante años. Cuando la música
termina, te sientes más ligero, más libre. Te levantas del banco y caminas
hacia el mar. Te quitas los zapatos y sientes la arena bajo tus pies.
Es imposible no sucumbir ante la felicidad que
brota como un suave suspiro. El sol se
despide lentamente, pintando el cielo con una danza de colores cálidos. Allí en el fondo del horizonte, en ese
instante de calma, los colores del alba entrelacen entre el rojo, el naranjo, y
el amarillo dorado, algo en tu rostro cambia. Sientes una paz interior que
nunca antes habías experimentado.
No
sabes que es, parece como una mezcla entre algo muy triste y alegre,
exactamente como la mezcla entre tu presente y tu pasado.
Esta música tiene una manera peculiar de hacer brotar los recuerdos, de
sacar a flote lo que has tratado de enterrar y hasta hace un poco con mucho
éxito. El joven que alguna vez fuiste, el hombre que luchó sin descanso y que
perdió y ganó tantas veces... todos esos ecos resuenan ahora en ti, y justo en
este lugar tan lindo y romántico.
¿Te das cuenta de lo que te está sucediendo? Estás en paz, pero la paz,
esa que tanto buscaste y lo disfrutas en el presente, también te enfrenta a lo
que has sido años antes en el pasado.
Sabes que tu vida no ha sido fácil, pero
también sabes que has sabido sobreponerte a las adversidades. Has luchado por
tus sueños, has defendido tus ideales, has amado y has sido amado. Ahora, a tu
edad de oro, puedes decir que has vivido una vida plena, una vida llena de
experiencias, de emociones, de aprendizajes. Y aunque la música te haya hecho
llorar, sabes que esas lágrimas son un homenaje a tu vida, a tu lucha, a tu
resiliencia.
Pero
después todo lo que te ha pasado, quedaste como una página con muchas rayas,
horizontales, verticales y en todas las direcciones. Tú eres como un roto vaso
antiguo, pero alguien la restauró, muy bien, pero sin poder borrar estas
fisuras, el que lleva en su superficie, como testimonio del momento en que fue quebrado.
Es
algo que te hace llorar, pero eres tan confuso de todo lo que llevas en tu
mente y en tu alma. No sabes si son lágrimas que se escapan de tus ojos, o si
es la brisa salada del mar tocando tu piel. Lo que es importante en todo eso,
es que a pesar de ser quebrado, con corazón lleno de heridas y penas, tienes
algo bien vivo en tu alma para decirte, que nunca antes habías sido tan
consciente de ti, como lo eres ahora mismo.
Si, a pesar todo lo que te has pasado eres vivo, y eso lo que llevas
por dentro quedo como un despertador suena
fuertemente en tu conciencia, diciéndote estás aquí, ahora y en este momento.
¿Lo sientes? Es que a veces, la vida se detiene un instante, solo para
que puedas mirar atrás, solo para que puedas sentir lo que nunca antes pudiste
sentir y mirar sin miedo.
Y
entonces, ¿qué haces con todo eso? ¿Qué decides hacer con este momento de tu
vida que parece suspendido en el aire?
Que tu historia no termina aquí, sino que ahora
comienza lo más difícil: decidir qué hacer con lo que tienes frente a ti. En lo
que te queda a descubrir, sé el pasajero valiente como fuiste desde siempre,
para que yo puedo también desearte lo mejor para las paradas que te quedan
hasta el final de tu viaje.
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