lunes, 24 de febrero de 2025

6º trabajo Zakareya Kojalli

 

El regreso al silencio

 

 

     

        Tú, el hombre que nunca conoció la paz. Te has pasado la vida buscando algo que deseas desde siempre, y a pesar de que es sencillo y que no debería ser difícil de encontrar en este vasto mundo, tú nunca llegaste a lograrlo. Un lugar donde puedes encontrar la paz y la tranquilidad que te hacen falta. Este rincón pequeño del mundo a coger tus penas, aliviarte sin pedirte nada a cambio. No es tan sencillo como imaginas. Te desesperas, te angustias y pasas noches enteras sin dormir, sumido en pensamientos que parecen escapar entre tus dedos. A pesar de todo lo que haces por atraparlo, piensas que en ningún momento y que no hay ningún lugar donde puedes descansar tu alma al encontrarlo. Has recorrido el mundo entero, de un país a otro, así mismo de una ciudad a otra, pero nunca has encontrado lo que buscas.

      En fin, el tiempo ha pasado, y la juventud ya no está, viejo y con memoria bien cargada, caminas por las calles de esta ciudad mediterránea. Un lugar que te ha acogido como a un hijo pródigo. Ahora, a tus sesenta y cinco años, disfrutas de la paz y la tranquilidad como un turista más. Mientras caminando al azar y sin destinación exacta, saliendo de uno de estos callejones estrechos y entrelazados como un rompecabezas, de repente te encuentras frente al azul profundo del océano infinito. Cruzas el parque que se encuentra a lo largo de la orilla y que separa la avenida del susurro de las olas, donde te sientes sobre una piedra con bordes oscurecidos y el centro pulido y brillante, de la multitud de manos que han dejado sus huellas en ella para siempre, después haber usarla como sillón. Aunque la piedra no es igualada y tampoco confortable, te sientes en ella con tranquilidad como si fuera el banco más cómodo en el mundo, planteado frente al mar, donde el agua cristalina que acaricia la arena dorada. El sol te calienta la piel, y de allí surge una sensación que habías olvidado. Cierras los ojos y escuchas el sonido de las olas, y el canto de las gaviotas. Por la primera vez en tu vida te encuentras tranquilo y a gusto, en la orilla de esta ciudad costera.

    Transportando tu mirada alrededor, y la figas en el vasto azul más de agua, así dejas tu mirada se resbala hasta tan lejos para acariciar el horizonte, casi te sientes bailando con las olas del océano y, por un momento, tomas un profundo respiro, ya crees que tal vez, por fin, el mundo se detuvo a tu favor.

    Te preguntas:   ¿Ya no hay más de ansiedad, ni de preocupaciones?, ¿Ya soy libre y que no tengo de ir a ningún otra parte, eso es el final de mi destino?

     Todo lo que has vivido en tu triste pasado, las guerras, tus huidas del odio por no encontrar el amor perdido, corriendo de un país a otro, y todas estas vidas que dejaste atrás, parecen ahora muy lejos, distantes y ya no te molestan, tu nunca puedes creerlo, es casi algo imaginario.

     ¿Recuerdas aquel joven que soñaba con escapar de la tormenta? ¿Recuerdas como estabas desesperado y cansado por no poder romper tu mutismo?

¿Recuerdas como caminabas con miedo a lo desconocido, en búsqueda de respuestas que nunca llegaron?

Hoy, tú mismo, llegas a ser un otro.

Por el momento, ya no tienes rastro de aquel miedo, ni de aquella tristeza que pesaba sobre tu agobiado pecho.

Ahora te encuentras aquí, en tu nuevo hogar, en esta ciudad donde ya no hay prisa, y el tiempo parece detenerse para dejarte respirar. Si, estas aquí donde el sol calienta las piedras y los muros de las calles, para que su calor acaricie tu alma dolida, y helada de frio.

      Por supuesto, ya no hay duda, que estás aquí relajado entre los brazos de la vida que transcurre con la calma y la paz. Una cosa que nunca imaginaste alcanzar, y tampoco en ningún momento poder saborear.

      Después de tanto luchar y gritar estridentemente, correr de aquí para allá exigiendo tu existencia, ahora caminas lentamente, como quien tiene cuidado de no perturbar la calma del momento. Aquí en este orilla rocosa, tú tratas de conservar tu profundo silencio, junto al murmullo de las olas del mar agitado, quien al chocar contra las rocas, tú disfrutas de verlas estallándose en el aire y luego desplomarse como chispas cristalinas cayendo del cielo.

      Ahora desfrutas cada segundo, ya no te importa que la gente que camina a tu alrededor no te prestan atención, aunque te ignoran.

Tú dejas que el mundo sigua su curso sin que tú intervengas, eso ya no te importa, eres libre de tus angustias, ahora tú llegas a vivir con calma e indiferente.

        Ahora todo para ti es distinto. Quizás porque nunca pensaste que vivir en paz fuera algo alcanzable, tal vez por la costumbre de tu eterna lucha de sobrevivir a que te ha acompañado durante tanto tiempo, o por la tanta soledad que llevas dentro. Pero ahora, y por primera vez, el sol te parece más cálido, más luminoso y tierno, así la brisa más aromática, acariciante y suave.

       Al sentirte feliz, tú levantas y sigues caminando tranquilamente hasta de nuevo te cansas, allí te encuentras frente de un banco junto a la playa, te sientas, y dejas el sonido de las olas seguir acariciándote el oído. De repente se mezcla con una música distante que llega hasta ti, como si hubiera sido puesta allí solamente para ti.

      Es flamenco. Un guitarrista, con un aire rebelde, toca unas melodías que tienen algo de lucha y algo de nostalgia, que te hace volver atrás, atravesó de los años del pasado. Las notas se van subiendo y bajando viajan hacia ti, juegan con tus emociones, hasta que lleguen a tu interior y despierten a tu memoria somnolienta. Y entonces, sientes esta corriente de emociones te atraviesa el alma como un rayo de luz, y te invade el cuerpo con fuerte escalofrió.

La música te transporta a otros tiempos, a otros lugares.

Te ves a ti mismo de niño, jugando en las calles de tu pueblo, rodeado de amigos y familiares.

Te ves de joven, luchando por tus ideales, defendiendo tu patria.

Te ves de adulto, trabajando duro para sacar adelante a tu familia, sufriendo por la pérdida de tus seres queridos.

Pero también te ves en este presente, en esta ciudad mediterránea, disfrutando de la paz y la tranquilidad que tanto habías anhelado. Te ves rodeado de gente amable. Te ves feliz, por primera vez en tu vida.  La música sigue sonando, las lágrimas siguen brotando. No te avergüenzas de llorar, sabes que es una forma de liberar todo el dolor que has acumulado durante años. Cuando la música termina, te sientes más ligero, más libre. Te levantas del banco y caminas hacia el mar. Te quitas los zapatos y sientes la arena bajo tus pies.

      Es imposible no sucumbir ante la felicidad que brota como un suave suspiro. El sol se despide lentamente, pintando el cielo con una danza de colores cálidos. Allí en el fondo del horizonte, en ese instante de calma, los colores del alba entrelacen entre el rojo, el naranjo, y el amarillo dorado, algo en tu rostro cambia. Sientes una paz interior que nunca antes habías experimentado.

      No sabes que es, parece como una mezcla entre algo muy triste y alegre, exactamente como la mezcla entre tu presente y tu pasado. 

       Esta música tiene una manera peculiar de hacer brotar los recuerdos, de sacar a flote lo que has tratado de enterrar y hasta hace un poco con mucho éxito. El joven que alguna vez fuiste, el hombre que luchó sin descanso y que perdió y ganó tantas veces... todos esos ecos resuenan ahora en ti, y justo en este lugar tan lindo y romántico.

      ¿Te das cuenta de lo que te está sucediendo? Estás en paz, pero la paz, esa que tanto buscaste y lo disfrutas en el presente, también te enfrenta a lo que has sido años antes en el pasado.

Sabes que tu vida no ha sido fácil, pero también sabes que has sabido sobreponerte a las adversidades. Has luchado por tus sueños, has defendido tus ideales, has amado y has sido amado. Ahora, a tu edad de oro, puedes decir que has vivido una vida plena, una vida llena de experiencias, de emociones, de aprendizajes. Y aunque la música te haya hecho llorar, sabes que esas lágrimas son un homenaje a tu vida, a tu lucha, a tu resiliencia.

       Pero después todo lo que te ha pasado, quedaste como una página con muchas rayas, horizontales, verticales y en todas las direcciones. Tú eres como un roto vaso antiguo, pero alguien la restauró, muy bien, pero sin poder borrar estas fisuras, el que lleva en su superficie, como testimonio del momento en que fue quebrado.   

       Es algo que te hace llorar, pero eres tan confuso de todo lo que llevas en tu mente y en tu alma. No sabes si son lágrimas que se escapan de tus ojos, o si es la brisa salada del mar tocando tu piel. Lo que es importante en todo eso, es que a pesar de ser quebrado, con corazón lleno de heridas y penas, tienes algo bien vivo en tu alma para decirte, que nunca antes habías sido tan consciente de ti, como lo eres ahora mismo.

      Si, a pesar todo lo que te has pasado eres vivo, y eso lo que llevas por   dentro quedo como un despertador suena fuertemente en tu conciencia, diciéndote estás aquí, ahora y en este momento.

      ¿Lo sientes? Es que a veces, la vida se detiene un instante, solo para que puedas mirar atrás, solo para que puedas sentir lo que nunca antes pudiste sentir y mirar sin miedo.

     Y entonces, ¿qué haces con todo eso? ¿Qué decides hacer con este momento de tu vida que parece suspendido en el aire?

Que tu historia no termina aquí, sino que ahora comienza lo más difícil: decidir qué hacer con lo que tienes frente a ti. En lo que te queda a descubrir, sé el pasajero valiente como fuiste desde siempre, para que yo puedo también desearte lo mejor para las paradas que te quedan hasta el final de tu viaje.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.