viernes, 14 de febrero de 2025

2º Relato Zakareya Kojalli

 

            Ahogándose en las profundidades del silencio

 

 

 

      

 

          Es un día soleado y julio-salvador se despierta triste y melancólico. Se siente desconectado de todo, por lo que decide salir de casa y recorrer las calles de su ciudad costera.

Ansioso y desesperado, Julio abre la puerta de la casa familiar y se adentra en las calles de su amada ciudad sin tener en su mente una destinación en particular. Solo quiere caminar un poco, para ver si puede superar esos sentimientos de ansiedad e insatisfacción que últimamente pesan como una piedra sobre su pecho.

Apretando la mochila contra su pecho, junto con su cuaderno de poesía personal, busca refugio en las palabras en medio del caos incomprensible del día. Este cuaderno, con su cubierta desgastada y sus páginas amarillentas, es un tesoro que le regaló su padre y que conserva como recuerdo de tiempos más felices.

         Suele en esta época del año hace mucho calor. Las calles empedradas de su bella ciudad humean bajo el sol abrasador. Julio-Salvador observa a la gente que le rodea. Ve la tristeza que marca los rostros, especialmente de aquellos que parecen claramente infelices. Algunos niños juegan inocentemente en la calle, ajenos a la tensión en el aire. Julio los mira y una punzada de nostalgia le atraviesa el corazón. Recuerda su propia infancia, jugando en la calle y riendo despreocupadamente con su querido padre y el resto de la familia, especialmente en verano, cuando van de vacaciones al chalet en lo alto de la montaña.

           Mientras julio-salvador camina con la mirada perdida y la cabeza cansada de tantos recuerdos de esa felicidad perdida, suspira y recuerda la sonrisa de su madre y su dulce voz cantando antiguas canciones de cuna. Cierra los ojos por un momento y la imagen se desvanece, reemplazada por el rostro de su padre y su mirada perdida en la oscuridad de la prisión. La imagen de su padre es tan fuerte que se ha convertido en un recuerdo doloroso, una herida que nunca cicatriza.

         Julio-salvador ahogado profundamente en su pensamiento, llega frente a un banco bajo un árbol que extiende sus largas ramas a lo largo de la calle, como un alma que abriera sus brazos para abrazar a alguien. Busca la sombra del árbol y se sienta sobre el banco que se encuentra por allí. De nuevo abre su cuaderno de poemas, buscando refugio en las palabras de su propia memoria.

"Mi corazón está cansado de amar, mi alma está sedienta de paz."

Lee los versos en silencio, sintiendo cómo resuenan en su interior. Cierra los ojos de nuevo y recuerda el día en que su padre fue arrestado. Un grupo de hombres armados irrumpió en su casa, llevándose a su padre sin explicaciones.  Julio-salvador nunca podía olvidar a la imagen de su madre llorando en silencio, sus manos temblando mientras abrazaba a julio-salvador y a sus hermanos. La imagen de su madre, vulnerable y asustada, lo persigue en sus pesadillas. Desde entonces, la vida ha cambiado para ellos. La alegría se ha marchado, reemplazada por el miedo y la incertidumbre. Julio se siente como un extraño en su propia ciudad, un fantasma que vaga sin rumbo fijo. La ciudad, antes un lugar lleno de vida y oportunidades, se ha convertido en un laberinto de sombras y secretos.

        Julio-salvador camina sin rumbo fijo. Llega a un parque y busca un banco a la sombra de un árbol. Se sienta, abriendo de nuevo el libro de poemas.

"He perdido mi camino, no sé dónde estoy."

Las palabras de su propio poema resuenan en su corazón, reflejando su propia confusión y desesperación. Mira a su alrededor, observando a la gente que lo rodea. Todos parecen tener un destino, una meta. Él, en cambio, se siente perdido, sin saber qué hacer con su vida. La falta de su padre, su guía y apoyo, lo deja a la deriva, sin un faro que ilumine su camino.

De pronto, otro recuerdo lo golpea como un latigazo. La imagen de su padre, con sus ojos llenos de tristeza y resignación. Julio se levanta de un salto, su cuaderno de poemas cae al suelo.

"No puedo seguir así", se dice a sí mismo. "Tengo que hacer algo."

          Julio-salvador camina sin por las calles de su ciudad, mientras su corazón late con fuerza. No sabe qué hacer, pero siente que no puede seguir viviendo en silencio y sin hacer nada para ayudar a su padre. La injusticia que ha sufrido su familia lo carcome por dentro, la necesidad de hacer algo, de luchar por un futuro mejor, lo impulsa a actuar.

         Mientras muchas ideas se agolpan en su cabeza, Julio decide ir a casa de su mejor amigo, Andrés, quien vive la misma situación dolorosa.

Los pasos de julio-salvador se aceleran. Finalmente, llega al barrio tranquilo donde vive Andrés. Sin embargo, al llegar frente a la puerta de la casa de su amigo, se queda paralizado. Tiene miedo de pedir ayuda. La gente no habla de estas cosas, no se comunican sus pensamientos, por el terror a lo que puede ocurrir.

          La gente vive con el miedo constante de todo. Han inventado un proverbio que se ha hecho muy popular: "Los muros tienen oídos". El terror es tal que la gente no confía ni siquiera en hablar entre las paredes de sus propias casas.

Julio se siente ridículo por comportarse de esta manera, aunque tiene mucha confianza en su viejo amigo. Finalmente, su mano toca el timbre de la casa de Andrés, y una voz femenina responde.

 

Señora Lucero: - Hola, Julio, mucho tiempo sin verte. ¿Dónde te has escondido?

Julio, tímido como siempre, responde: - Buenos días, señora Lucero. ¿Cómo está? ¿Está Andrés por aquí?

Señora Lucero: - Sí, acaba de llegar. ¡Entra!

La señora Lucero echa un vistazo fuera de la casa antes de cerrar la puerta. Luego, llama a Andrés. Se oyen los pasos de Andrés bajando desde el piso de arriba. Andrés entra al salón con una gran sonrisa.

Andrés: - Hola, Julio, cuánto tiempo. ¿Cómo te va?

Julio-salvador, con su voz melancólica, responde: - Bien, bien. Gracias.

Andrés: - Hombre, ¿qué te pasa? ¡Pareces muy triste hoy!

Julio-salvador: - Ya lo sabes, ¿no? Estamos en la misma barca.

Andrés: - Sí, querido amigo. ¿Qué vamos a hacer? Es algo que nos ha tocado vivir. ¿Alguna noticia de tu padre?

Julio-salvador: - Del mío, nada. Desde el día en que se lo llevaron de casa. ¿Y del tuyo?

Andrés: - Igual. ¡Ya sabes cómo funcionan las cosas!

Julio-salvador: - Pues justamente, vengo para hablar contigo. Quiero saber si podemos cambiar las cosas.

Andrés lo mira con atención.

Andrés: - ¿Qué quieres decir?

Julio-salvador: - Pues mira, ya sé que conoces gente que puede ayudar a salir del país. Recuerdo que una vez me dijiste que conocías personas que podían ayudar a algunos vecinos que han sufrido la represión del régimen.

 

          Julio-salvador se acerca a Andrés, intentando que nadie escuche lo que está diciendo, a pesar de que están en el salón de la casa y la puerta está cerrada. Con el corazón palpitando con fuerza, julio-salvador sigue hablando: - Sé que estoy arriesgando mi vida, pero me siento que no puedo seguir viviendo en silencio.

Andrés: - ¿Qué puedo hacer para ayudarte? -pregunta, con su voz temblando ligeramente.

Señora Lucero entra al salón y escucha lo que Julio está diciendo.

Señora Lucero: - ¿Estás seguro de lo que haces? -pregunta, con rostro marcado por el tiempo y la experiencia del terror.

Julio-salvador: - Sí -responde con firmeza-. Estoy dispuesto a hacer lo que sea necesario. Tengo que salir del país para ayudar a mi padre, y también ayudar a personas en la misma situación, como su marido, el señor Lucero.

Andrés: - Está bien. Te diremos lo que puedes hacer.

Julio-salvador: - ¿Qué?

Andrés: - Esta gente no ayuda por dinero, sino por acciones. Yo te ayudo a resolver tu problema a mi manera, y tú me ayudas con lo que puedas hacer por nosotros a cambio.

Julio-salvador: - De acuerdo, ¿pero cómo?

Andrés: - Ven mañana sobre el mediodía, entonces te diré cómo vamos a hacerlo.

 

         Al día siguiente, Julio llega a la casa de Andrés. Andrés sale de la casa, mirando a su alrededor, y con cuidado, observa todo. Luego, va con julio-salvador hasta la casa del vecino. Tocan a la puerta y entran. Así, julio-salvador se une a la red de resistencia silenciosa. Comienza distribuyendo información prohibida, ayudando a personas perseguidas y participando en pequeñas acciones. Poco a poco, Julio se gana la confianza de los vecinos. Su valentía y su compromiso con la causa lo convierten en un miembro valioso del grupo.

         Un día, los vecinos le informan a julio-salvador de que tienen un plan para ayudar a escapar a personas que están en peligro. Le piden que se encargue de coordinar la operación. Julio-salvador acepta, consciente del riesgo que corre, pero finalmente va a descubrir la manera en la cual él mismo va a escapar con ella del país. Sabe que si lo descubren, lo encarcelarán y lo torturarán. Pero está decidido a hacer todo lo posible para ayudar a su padre y a sus compatriotas.

          La operación es un éxito. Varias personas logran escapar del país gracias a la ayuda de julio-salvador y los vecinos. Pero la alegría dura poco. Al día siguiente, Julio se entera de que el régimen ha descubierto la red de resistencia. Varios vecinos han sido arrestados y encarcelados. Julio-Salvador sabe que está en peligro y tiene que huir ahora o nunca.

         Con la ayuda de familiares y amigos de confianza, julio-salvador consigue un pasaporte falso y un billete de avión para un país vecino. Se despide de su madre y de sus hermanos, prometiéndoles que volverá para liberarlos. Con el corazón lleno de tristeza y esperanza, Julio abandona su país.

        Una vez en el extranjero, julio-salvador se pone en contacto con organizaciones internacionales que trabajan en la defensa de los derechos humanos y la ayuda a víctimas de regímenes opresivos. En una oficina de Amnistía Internacional, les explica la situación de su padre y de otros prisioneros políticos en su país y les pide que presionen al régimen del dictador para que los libere.

         Amnistía Internacional se compromete a ayudar a julio-salvador y a utilizar todos los medios a su alcance para conseguir la liberación de su padre.

        Después de meses de angustia y espera, Julio recibe la noticia de que su padre ha sido liberado. La alegría y la emoción lo embargan. El padre de julio-salvador regresa a su casa para reunirse con su familia. Sin embargo, la alegría dura poco. Debido a las secuelas de la tortura y el maltrato sufrido en prisión, el padre de julio-salvador fallece poco tiempo después.

       Este es un momento de gran dolor y tristeza para julio-salvador y su familia. Julio-Salvador recibe la noticia de la muerte de su padre y el dolor lo invade. A pesar del dolor por la pérdida de su padre, julio-salvador decide recuperar lo que fue prohibido y atrapar lo que ha perdido durante los años de su lucha por la justicia, y así seguir adelante con su vida en el extranjero. Julio-Salvador se enfoca en sus estudios y logra alcanzar sus metas profesionales.

          Años después, y después de una lucha heroica, el pueblo de su país se levanta contra la dictadura y logra derrocarla. La noticia llega a oídos de julio-salvador y la emoción lo invade. Después de años de exilio, finalmente puede regresar a su país.

Empaca sus maletas y se despide de sus amigos y colegas. Con el corazón lleno de esperanza, toma un avión rumbo a su querida ciudad. Al llegar a su ciudad natal, todo ha cambiado. Las calles están destruidas, la gente está triste y desesperanzada. Pero julio-salvador no se rinde. Se une a los valientes ciudadanos que luchan por reconstruir el país junto. Trabaja incansablemente para crear un futuro mejor para su pueblo.

Y así, julio-salvador se convierte en un símbolo de la lucha del pueblo por la libertad y la justicia. El eco de su voz resuena en las calles, un grito de esperanza en medio de la oscuridad, para que la lucha continúe, y la esperanza permanece.

 

 

                                     

 

 

FIN

 

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