lunes, 3 de febrero de 2025

-Relato 3 Katya Orozco

 

En esta clase no hay favoritas.

    —No hay más remedio, Nicole. Te quedas expulsada tres días. No podemos tolerar tus comportamientos—, dice la prefecta con voz seca. — Te llevarás este reporte rojo y le extendió el reporte deslizándolo sobre el escritorio.

    En el salón, las chicas del segundo grado del bachillerato se acomodan entre las filas de los pupitres. A través de la ventana se ve el patio de la escuela, una cancha de baloncesto que está rodeada de tierra. Al fondo los baños sin paredes ni techo, de manera que desde la ventana del salón puede verse si hay o no alguien en el baño y dado el tamaño pequeño del colegio, es muy fácil saber quién está ahí con tan solo ver los zapatos. En la escuela solo hay niñas o chicas o ¿mujeres? bueno, a ese colegio no podían entrar hombres. Era solo para ellas.

    Macaria llega todos los días con lentes de sol y al llegar se los quita para ponerse unos anteojos que le hacen el efecto de agrandarse los ojos a causa del aumento. Dentro del salón, la maestra se sienta en su escritorio que está arriba de un escalón que divide el lugar donde se sienta ella y las alumnas.

    —¡Siéntate bien, susana! — grita de inmediato. —Cierra bien las piernas por dios— Las demás chicas la miran rápidamente. Susana, sentada en la tercera fila, obedece al instante. —No estamos en tu casa para que te sientas como quieres —. Dice frunciendo el entrecejo.

    —Saquen la oratoria que dejé como tarea la clase anterior. Vamos a revisarla —. Continua.

Sofía quien se sienta en la primera fila cerca de la puerta, se pone de pie y comienza a declamar su oratoria. Al terminar, Macaria indica que es el turno de Luisa.

    —Adelante Luisa. Comienza. Recuerda que la ultima vez habías olvidado la exhortación. También acuérdate que para la exposición final tienes que traer los zapatos cerrados, boleados y el uniforme como dios manda—.

Luisa comienza a declamar su oratoria, su rostro se ruboriza, pero ella continúa declamando y mirando al piso. Macaria la observa fijamente.

    —Te cuesta memorizar, ¿no? se nota que te está costando trabajo tomar confianza. Es normal para algunas, a ver si te da tiempo para la exposición, pero vas mejorando a tu ritmo y a medida que puedes.

Macaria continúo con las chicas que se sientan al frente del salón. Una tras otra, haciendo su respectiva retroalimentación siendo exhaustiva con algunas y haciendo comentarios mínimos hacia otras. No deja mucho tiempo para preguntas.

Desde el penúltimo pupitre, se escucha una voz. La maestra desde su escritorio voltea con los anteojos a media nariz.

    —Maestra, ¿no vas a revisar nuestras oratorias? — dice Diana desde su lugar.

    —Se levanta la mano antes de hablar, Diana. Siempre se los digo, ya están en bachillerato, deberían de saberlo. Pero sí, linda. A ver, Nicole — dijo la profesora, sin mirarla directamente.

Nicole no se mueve.  Se queda sentada, abriendo los ojos completamente, su piel se empalidece.  

    —Nicole…  ¿No hiciste tu tarea?  Siempre es lo mismo contigo. No entiendo para qué vienes al colegio si no vas a estudiar, ¿no puedes hacer un esfuerzo mejor? — le dijo en voz alta al frente del grupo. El salón guardó silencio.

    —Maestra, ¿sabías que Nicole ya tiene novio? — grita Montserrat.

    —¿Ah, y quién es? — pregunta Macaria

    —Pedro González —gritan en coro algunas de las chicas.

Macaria se detiene. Mira a Nicole y dice:

    —¿Pedro González hijo de Azucena Martínez? — dice abriendo los ojos como de sorpresa.

    —¡Sí! —confirma Montserrat.

    —¿Pedrito anda contigo? —dice Macaria recorriendo con la mirada a Nicole desde la cabeza hasta sus zapatos detenidamente a manera de escáner.

De repente suena el timbre. La clase de lingüística ha terminado. Nicole se levanta de su asiento. Rápidamente saca su suéter y haciendo un nudo con él se lo cuelga sobre su cintura y sale girando la cara hacia el lugar donde estaba sentada. Una mancha de sangre se queda en el pupitre.

Macaria sale también del salón y entra a la sala de maestros donde están otras profesoras del mismo grado.

    —¿Cómo te fue en clases Macaria? — pregunta Beatriz la profesora de química.

    —Pues ya ves, lo de siempre. Quien quiere poner atención la pone—dice sacudiendo la cabeza —No sé qué hacer con el grupito de atrás. Ya sabes, el de Diana, Nicole, Susana, y esas—.

    —No lo pienses demasiado, ya sabes que hay niñas problema por todos lados — contesta Beatriz.

    —No sé que les pasa a esas chicas — toma la palabra Liliana la profesora de geografía — en mi salón se la pasan platicando, me dijeron algunas chicas del grupo que una de ellas, creo que Nicole ya tiene novio, ¿no?

    —Sí, el hijo de Azucena, Pedro — dijo Paty, la prefecta de la escuela.

Azucena, es otra profesora del colegio para varones.

     —Pobre de Azu, si supieran que Nicole es una niña muy problemática, pero no es solo ella, también su grupito— Continúo. Las llaves que tiene colgadas en el cuello suenan a medida que se levanta para servirse una taza de café.

    Al día siguiente en clase de geografía, Liliana reparte a las chicas los exámenes sorpresa que realizaron la semana pasada. Nicole al recibir su examen se da cuenta que obtiene un 4.6/10 de calificación.

    —A las que sacaron menos de seis en el examen, voy a mandar este reporte para que sus padres se enteren y lo traigan firmado— dice Liliana. —Voy a decir el nombre de las que deben traer el reporte la próxima semana—.

El salón se detiene, guardan completamente silencio para escuchar quienes son las de la lista, guardan silencio por primera vez sin que alguien se los pida, ellas son testigos y lo saben. Actúan como testigos en un juicio antes de que se dicte una condena.

    —Nicole, Susana, Diana, Luisa y Lolita— Ya saben qué hacer, no es la primera vez.

    Nicole, llega a su casa y corre a su habitación a cambiarse de ropa. Después llega la madre y ve el reporte sobre la cama.

    —¿Y esto? — pregunta su madre, tomando el reporte.

Nicole se lo muestra y cuenta ampliamente lo que ha sucedido para sacar esa calificación. Las preguntas que no entendió y el tiempo que se le escapó.

Su madre la mira, respira profundo, y finalmente le dice:

    —Está bien Nicole, vamos a mejorar esto, si quieres— Le dice incitándola a mejorar sus calificaciones y le ofrece alternativas para tomar clases extras por las tardes.

Al día siguiente, Nicole llega a clases y se da cuenta que el reporte se queda sin firmar. Rápidamente toma una pluma azul de su mochila y, haciendo un trazo similar a la firma de su madre lo firma y lo guarda nuevamente.

En clase de geografía, Liliana dice con voz firme:

    —A ver, las reprobadas saquen los reportes firmados y déjenlos en el escritorio —.

Nicole se levanta. Va a su escritorio, saca el papel de su mochila y lo deja con cuidado sobre el escritorio. La maestra toma el conjunto de reportes y los revisa de manera fugaz. Los ojos de Liliana se quedan un momento en el reporte de Nicole. Liliana la mira de reojo, no como si estuviera molesta, sino como si ya estuviera esperando algo así y con un falso gesto de preocupación disfraza un momento placentero para ella.

    Después del receso, las chicas entran al salón.  Es la clase de química con la profesora Beatriz, tocan a la puerta con un golpe sordo. Beatriz abre y entran caminando la prefecta Paty con conjunto de llaves en su mano derecha y detrás, siguiendo sus pasos la maestra Liliana.

    —Disculpa la interrupción Beatriz, pero precisamos que Nicole nos acompañe a la dirección—dice Paty con voz seria.

Todas la miran en continuo silencio. Nicole se levanta del último pupitre y camina por el pasillo hacia la puerta como quien va con los ojos vendados al pelotón para ser fusilado.

En el camino a la dirección, un sudor frío recorre a Nicole, sus zapatos le aprietan y el único sonido audible es el de los tacones de la prefecta y el de las llaves que las hace girar.

Ya en la dirección, la prefecta se sienta frente a Nicole y saca de entre el llavero una llave. Liliana permanece parada en la puerta como si fuera una clase de portera o quizás de carcelera. 

    —¿Tú sabes que falsificar un documento, es un delito? ¿no? — pregunta Paty. El tono es directo, sin adornos.

Nicole no sabe qué decir. La voz se le corta. No puede pensar. No hay excusas, solo el gesto de la firma y el trazo apresurado.

    —Sabes que en este momento puedo llamar a la policía y ellos te llevan presa, ¿Verdad? — continúa mientras toma el teléfono con la mano y haciendo el gesto de marcar un número.

    —Liliana, comunícate por favor con sus padres— Paty le extiende la mano para darle el teléfono.

En ese momento, la prefecta mete la llave en el orificio y abre un cajón de su escritorio. Saca un conjunto de boletas de colores. Una blanca, una verde, y una roja.

Mientras tanto Nicole no puede evitarlo. Las lágrimas caen, lentas, como si las tuviera acumuladas en un lugar profundo. —Este reporte rojo significa que quedas suspendida del colegio por lo que hiciste—. Nicole toma la boleta y sale de la oficina.

    Pasado los tres días de expulsión. Nicole regresa a la escuela. Al llegar, las compañeras de clase la miran en silencio, nadie la saluda. Es como si nadie la ve, es como un fantasma a la que le dan permiso de existir entre los vivos.

Macaria llega y se sienta en su escritorio, comienza a tomar lista de manera automática. Los ojos de Macaria se mueven de nombre en nombre.

    —Maestra, te olvidaste de nombrarme— dice Nicole. El murmullo que había antes en el salón se apaga.

    —Ah, pensé que seguías expulsada—dice Macaria sin levantar la mirada sin mostrar ningún tipo de interés.

La clase sigue su curso, como si Nicole nunca hubiera hablado. La campana del receso suena. Las chicas se levantan, algunas van al baño, otras se juntan en pequeños grupos, pero hay algo diferente. Las conversaciones son cortas, interrumpidas por miradas rápidas hacia Nicole casi furtivas. Algo observan, pero nadie dice nada.

Nicole, se sienta en una de las bancas del patio. El viento de la tarde la golpea, en eso, su teléfono vibra y se da cuenta que ha recibido un mensaje de Pedro.

    Vamos a cenar sushi, Nicole. Yo te invito, paso a buscarte a las 8:00pm y vamos juntos caminando    —. Nicole sonríe y contesta rápidamente que sí.

En esa misma noche, a las 8:30 el teléfono de Nicole vuelve a vibrar.

    Nicole, sabes que te quiero mucho ¿no?, no podré llegar a la cena—. Nicole comprende que hay situaciones que pasan más allá del propio control.

    Han pasado dos semanas desde el último mensaje que recibió de Pedro. Nicole le ha llamado algunas veces, pero sus llamadas no son respondidas. Durante ese tiempo, Nicole pasa sus tardes acostada, dormida. Los días pasan uno a otro. Sus padres la observan, hablan entre ellos y dicen que su comportamiento es parte de su desarrollo, por lo que la miran, hablan con ella las veces que está despierta y la animan a probar alguna actividad nueva.

Es el primer día de clases después de las vacaciones de invierno. El teléfono vibra. Es Pedro. El mensaje dice:

    Nicole, te envío este mensaje para decirte que he pensado mucho en nosotros. Creo que por ahora no estoy listo para seguir. Te agradezco el tiempo que pasamos juntos. En mí tendrás un amigo—.

Nicole lee el mensaje y lágrimas comienzan a rodar de sus ojos. Frunce el ceño y permanece sentada en su habitación por un largo rato.

    —Nicole, hoy es la semana científica, la semana de declamar las oratorias. Has trabajado tanto en eso    — Entra su madre a la habitación con un tono de voz alto.

    —Ma, es Pedro—, dice Nicole, con la voz baja y mirando el mensaje. — Me dice que ya no quiere ser mi novio, no entiendo qué pasó—. Dice Nicole

La madre se acerca, y se sienta a lado de ella.  

    —Hija, es verdad que por ahora estas muy pequeña. Pero ten por seguro que Pedro se dará cuenta de la gran chica que eres. Es importante respetar su decisión— La madre habla con ella mientras pasa su mano sobre el cabello de Nicole a manera de caricia.

Nicole se alista con movimientos lentos y con letargo se coloca los nuevos zapatos que su madre le compró, unos nuevos que no la aprietan. Antes de salir se coloca frente al espejo y se mira.

    El salón está lleno. Los padres, amigos y profesores del colegio están sentados, mirando desde atrás a las chicas que participan en el concurso de oratoria. El salón está adornado. Las maestras pasaron su tarde haciendo adornos de papel para el evento y con el dinero de la cooperación compraron una tarima. Las chicas están sentadas en las primeras filas.

Al final del ciclo, el colegio convoca a los padres a una reunión para entregar premios a las alumnas que han mostrado un valioso desempeño académico.  

    —Antes de comenzar el concurso de oratoria, comenzaremos con la entrega de reconocimientos a las niñas— dice Liliana por el micrófono —Pasen Sofía, Alejandra y Martha.  

Las chicas se levantan de sus asientos con movimientos rápidos, caminando erguidas y con una sonrisa en el rostro. Nicole desde su asiento. Escucha atenta, pero no la nombran en la lista de las alumnas valiosas.

Es el comienzo del concurso de oratoria. La primera en pasar es Sofía, comienza a declamar su discurso con el tema de la empatía y solidaridad. Al finalizar, los padres y profesores le aplauden. Es el turno de Nicole. Sin titubear, se levanta de su asiento, al caminar los zapatos le rechinan. Nicole, está lista para empezar.

1 comentario:

  1. Las rayas de las acotaciones están todas mal puestas, como en: "tus comportamientos—, dice la prefecta con voz seca. — Te llevarás", que debe ser: "tus comportamientos —dice la prefecta con voz seca—. Te llevarás..."

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