LA ÉPICA DE CRUZAR LA RAYA.
Te encuentras a media máquina postrado en un sillón con marcas de tabaco, entre medio de una nube fresa de un vaper, estás mirando al techo a las dos de la mañana, porque sí troncazo, son las dos de la mañana. A tu alrededor muchas luces, muchos juegos de color saturando el ambiente, mucha vagancia patrocinando tu noche, y muy poco pudor, sí, poco pudor, pero estás bien. A este punto ya no te preguntas el por qué decidiste salir en la noche.
El antro en el que te has metido sigue con la misma música envolvente que cuando entraste en un inicio, o bueno, quizás se te quedaron pegados esos sonidos en la cabeza después de meterte la cuarta raya barata que te ofrecieron al lado del carrito de hot dogs -aunque tu amigo te haya advertido por ello-, que claramente te han pegado sendo zapatazo en la nuca. Mientras experimentas todo esto, enfrente de ti se te queda atentamente mirando un nota, un personaje curioso y lleno de sudor en su camisa tropical de zara, te está mirando a los ojos -o eso es lo que crees-, y entre todo el jolgorio y los perreos a tu lado logras descifrar de quién se trata, es el colega que hiciste en el carrito de hot dogs, el que te vendió los polvitos para la ñata.
-¡Jolines, hostias, carambolas muchachón! -dice eufóricamente el personaje mientras te mira intenso y conciso a tus ojos de gato mojado-. Estás más duro que cachetazo de transformer -te dice con una risa que has escuchado antes, en otro bar, otro día, con otros colegas-, ¿te ha pegado bien la manito?, yo me siento como pie de indigente -te termina de comentar.
- ¿Cómo, como pie de indigente decís? -le preguntas sin rodeos.
-Claro -te dice sin titubear.
Pero ante tu cara de asombro, la cual sospecha este amigo tuyo que sea por estar todo subidito con el polvito lleno de rayaduras de pared, talco y no sé qué mierdas más que acabas de ponerte en las corrientes del río mocoso que tienes bajo los ojos, termina por explicarte el chiste.
-Duro… -dice con una sonrisa de oreja a oreja esperando que te rías.
Pero no te ríes, no porque fuese algo raro, sino porque el chiste es malo, entonces contratacas con otro que escuchaste, te decides a empiezar el duelo de terminaciones y significados sobre lo que es estar duro, una batalla campal por descubrir quién sabe más palabras que puedan definir el término del estado en el que se encuentra un muchachón que snifa algo molido de mala calidad que le termina pegando fuerte y duro, como Roberto Carlos al balón -ese es un ejemplo que diste en otra oportunidad. Entonces partes.
-Duro como pelota de cuero -dices.
-Duro como calcetín de adolescente -responde tu contrincante.
-Duro como sillín de sevici -esboza una sonrisa el colega enfrente, pero se recompone y te replica.
-Duro como tobogán de cemento -ese no estuvo tan bien, es tu oportunidad para ganar.
-Duro como moco en pared -perdiste tu oportunidad, piensas. Tu colega ve la suya ante sus ojos.
-Duro como infancia en Siria.
-Duro como ataúd de plomo.
-Duro como muralla en frontera.
-Duro como mordedura de proyectil.
-Duro como eskorbuto por heroína.
-Duro como neoprén en el río.
-Duro como caparazón de drones.
-Duro como misiles contra civiles.
-Duro como la ONU en Gaza.
-Duro como chaleco de palo.
-Duro como jabón de soldado.
-Duro como toalla tres días al sol.
-Duro como lluvia ácida en tus plantas.
-Duro como invierno de Napoleón.
Entonces se miran porque ya no sabes de qué carajo estás hablando. Notas que hay mucho silencio a tu alrededor. Te desplomas en la mesita de vídrio que tenías en frente de tí, y botas la bandeja con los sniffes, rompes todo porque te caes de frente, te pones bastante estúpido cuando lo haces. Y te quedas ahí, te mira el colega de los hot dogs. Te grita pero ya no escuchas, te está dando un ataque al corazón. Y pues la palmas, colega, muchachón.
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