DOS PLANTAS Y UN MUERTO.
Josefina no paraba de dar pasos agigantados y sin rumbo de una esquina a la otra del salón. De izquierda a derecha, en diagonal. Con cada paso que avanzaba sentía menos las manos y las puntas de los pies. El sudor que supuraba era seco y la mirada delirante se le pierde entre las formas geométricas que visten las paredes. Sobre un fondo turquesa de lunares amarillo, los triángulos azules emergen de círculos naranjas y estos a su vez de rectángulos violetas.
J. “Traela, suéltala, déjala estar… Debería de haberte ignorado, Paco, debería haberme marchado. Paco, que no respondo, no respondo te lo juro por lo que más quiero, era tu responsabilidad”.
Su coleta era prácticamente inexistente y los pelos flotaban alrededor de la cara de la mujer, algunos atrapados entre la capa de sudor y su piel.
P –“Fina, dejame pensar”.
Los ojos de Paco parecían estar a punto de salirse de su órbita y su calva presumía del brillo de un diamante bajo la luz del sol que ametrallaba a los 4 individuos a través de los ventanales de cristal de la estancia. Allí, sobre la mesa chabudai de acero que decoraba el centro de aquellos 20 metros cuadrados, yacían inertes. La Cicada de Wood y el Philodendron Billie no habían sobrevivido el mes de Agosto.
“¿Escucho 1 Millón para La Cicada de Wood por aquí? ¡2 Millones la mujer al fondo! 2 Millones para la Cicada, alguien va a - 3 Millones, 3 Millones, 3 Millones a la una, a las dos, vendido a la señorita Flora Vangreen” - el martillero alzó el brazo al aire en señal de victoria. Había recaudado más de 20 millones en menos de 60 minutos. Aquello era triunfal y ese lunes soleado de abril en Dubai sería inolvidable. Flora se le acercó tras la subasta, él la veía radiante, única exótica como aquellas dos plantas. “Enhorabuena Flora, 6 millones por la Ciacada y el Billie estoy seguro que serán un éxito” un apretón de manos, una sonrisa y un hasta nunca.
El lazo azul celeste con nubecitas bordadas escogido rigorosamente ese mismo día rozaba sus hombros. Quien hablara con ella se vería reflejado sobre el tinte de las gafas de sol que cubrían su cara. Llevaba bisonte, medias de alta costura, trajes hechos a medida esa misma mañana. Nada era inaccesible, nada la sorprendía. Flora caminaba por los pasillos de su empresa sin prestar atención a nada ni nadie. Le pertenecían. Sus vidas, sus muertes, sus sueños y sus miedos. Ella les regalaba estabilidad y a la vez les podía quitar todo, con un simple chasquido de dedos. Aquella mañana de septiembre la habían llamado a su oficina Europea, que habían trasladado de París a Madrid, para ahorrar costes. No eran ajenos a la inflación que sufrían los países más cercanos a Alemania. Flora no le veía encanto, tampoco se había molestado en ir más allá de las tiendas que rodeaban el edificio en la calle Serrano. Se subieron al ascensor Flora, su asistente Hidalgo, y 4 empleados de aquella oficina. En el ascensor el perfume de Flora inundaba los 6 metros cuadrados, impregnando todo. Hidalgo contenía la respiración, era alérgico a aquella mierda en la que parecía bañarse cada mañana su jefa. 2 carreras, 5 master y 7 idiomas y más de 35 años de experiencia laboral y todo, para trabajar de asistente para una ricachona sin valores y escrúpulos que había tenido la suerte de poder heredar una de las empresas de petróleo más importantes que a su vez, había comprado todas las grandes marcas energéticas europeas. Hidalgo estaba - como diría su cuñado - hasta los mismisimos huevos en aceite. Noches en vela, sin ver a su familia, sin abrazar a sus hijas. Daba gracias a su marido, que había renunciado a todo para poder ocuparse de Chiara y Thalia y de su perrita Fefa. Había aguantado al frente de aquella empresa más de 5 años, innovando, haciendo malabares para mantenerla a flote. Cuando le informaron de la compra por parte de aquel magnate incluso se llegó a alegrar, tal vez podría viajar más para reunirse en las oficinas centrales de Dubai. Cuando le llegó la carta, anunciando su nuevo puesto, se derrumbó. Le informamos que mantendrá su sueldo, confiamos en que será el asistente ideal pero consideramos que con nuevos aires, habrá que confiar en nuevos liderazgos. Gracias. No podía marcharse, tenía que terminar de pagar el piso que habían comprado y ninguna empresa en Madrid le contrataría a estas alturas de su vida. Enviaba curriculums todos los días y Beltrán, su marido, le apoyaba sin dudarlo un segundo. Había conseguido más de 5 entrevistas, pero, todas terminaban en un le llamaremos si avanza en el proceso. Era obvio que sería casi imposible. A sus 57 años con un perfil de ejecutivo, especializado en el liderazgo de multinacionales energéticas y petroquímicas era difícil encontrar trabajo en Europa. Se tendrían que mudar y era algo por lo que Beltrán no estaba dispuesto a pasar. Sería renunciar a su vida en pareja públicamente, para poder disfrutar de poder al fin ser una familia. Mudarse a dónde le ofrecían trabajo era renunciar a sus libertades que tanto les había costado conseguir. Justo la noche anterior Hidalgo y Beltrán habían visto atónitos las noticias que llegaban de USA y Alemania. Cómo quemaban las banderas del orgullo, como demonizaban a toda aquella persona que no represente los valores que esta gente consideraba “tradicional”. A Hidalgo y Beltrán se les saltaban las lágrimas viendo esto, no daban crédito. Todo esto se le pasaba a Hidalgo por la cabeza encerrado en ese ascensor, conteniendo un ataque de tos por culpa del perfume endiablado de esa mujer a la que si o si tendría que aguantar mientras estuviera en Madrid. Y una vez que ella volara de vuelta a Paris tendría que mantenerla informada sobre las decisiones que tomaría Esteban, el nuevo Dirección Financiero en funciones de España en representación de Flora. A Hidalgo casi se le escapa una sonrisa en el Ascensor. Él había enseñado todo a Esteban y desde la compra Esteban era su jefe. Hidalgo no daba crédito, ahora era un gorrión atrapado en un cartón. No, ahora era un gorrión a quien habían cortado sus alas. No, no, ahora era un gorrión cuyas alas había cortado Flora. Ella era la culpable, ella le había hecho esto. Ella debería de pagar por ello. Hidalgo se perdía en sus pensamientos y no se percató del primer carraspeo y de la pregunta de Flora que lo miró recelosa ante su pasividad. Por tanto ella alzó de nuevo la voz y volvió a preguntar:
“Hidalgo, te he preguntado ya ¿sabes porque tengo que estar aquí? No tengo itinerario
Disculpa, Flora. Sencillamente, no lo sé. Esteban ya no me da acceso a las reuniones y solamente tengo la información que me envía por mail. Creo que ha habido un problema con unas plantas .
“¿De extracción?” Replicó Flora impaciente.
No, creo que se refería a unas plantas en una de las oficinas, pero creo que no le he entendido bien. Me extrañaría mucho que te hicieran volar desde Francia por esto.
Bueno, Hidalgo, confío plenamente en Beltrán, asi que más te vale ponerte las pilas majo. Me parece que estás algo equivocado en quien decide el que. Tu desde luego que ya no. A ver si nos enteramos y te pones al día con cómo usar la tecnología y enterarte de las cosas.
La mente de Hidalgo se inundó de información en ese momento. No daba crédito a lo que estaba viviendo y a la vez si. Era una tirana. Claro que el usaba la tecnología, su edad no tenía nada que ver. Había aprobado los proyectos de todas las mejoras de su empresa. Pensó en rebatir y defenderse. En decir, que Esteban simplemente no era competente para el trabajo y que de 10 informes que tenía que hacer, 8 se los encargaba a chatgpt. Que su certificado de idiomas era más falso que los bolsos que vendían en el top manta de callao. Que había sido su facilidad de enredar a las personas, lo que le había hecho llegar hasta dónde había llegado. Pero eso a Flora no le interesaba. Entonces no se molestó en alzar su voz. No se molestó en defenderse y se limitó a pensar que mañana en vez de 2920, quedarían 2919 días hasta su jubilación.
Los demás en el ascensor contuvieron el aire. Nadie creía lo que estaban presenciando en aquel ascensor. No solamente vieron por primera vez a la nueva dueña de la empresa, sino que en riguroso directo presenciaron un silencio interminable tras la respuesta del que había sido el CEO hasta hacía un par de semanas y ahora no era más que un asistente glorificado. Flora en cambio se regocijaba en el momento. Ella sabía perfectamente que Hidalgo no tenía la respuesta. Pero quería humillarle, hacerle sentir pequeño. Mostrar a los demás quien mandaba ahora, quien llevaba los pantalones puestos. Ella sabía que la temían, era consciente que la odiaban y la idolatraban y lo amaba. Amaba el control que podía llegar a ejercer, era excitante, climácico. Flora era el ave rapaz surcando las montañas esperando el momento idóneo para lanzarse en picado a por los corderos que se alejan del rebaño y se limitó a soltar un “inutil”. Observó como Hidalgo mantenía la mirada en el suelo, como se le marcaba el sudor bajo las axilas de la camisa y sobretodo, como los ojos casi se le inundaban de lágrimas. Flora apenas podía contener la risa, estaba convencida de que merecía todo y las demás personas nada. Y ¿por qué? se preguntará el lector: pues por que ella así lo siente y lo piensa. Porque es incapaz de entender una realidad en la que una planta cuesta 15€ y no 3 Millones. Porque vive en una burbuja de cristal, que estaría apunto de estallar.
Les liberó de aquella tensión el ding del ascensor y los trabajadores salieron en estampida casi sin esperar a abrirse las puertas del todo. Hidalgo y Flora salieron los últimos.
Josefina estaba escondida en el armario de limpieza, no había dejado de llorar en todo el día. Seguía en shock tras haber descubierto las plantas muertas aquella mañana con Paco a quien había ayudado a conseguir el trabajo de conserje. Se sobresaltó cuando Paco abrió la puerta del armario.
-Josefina, no sé cómo ha podido pasar. Cuando llegaron con los demás muebles de la oficina de la Señora ehm, ¿cómo se llamaba Feangrun?
-“Vangreen”
Eso, disculpa “Vangreen” parecía estar bien, las colocaron los chicos igual que en el dibujo que nos habían enviado de París. Es exactamente lo mismo. Dejé la temperatura a los grados que me indicaron. Por dios, si hasta llamé a su jardinero para que lo verificara!
-¿Y qué te dijo Paco?
-Pues, lo que te mandé por audio Fina, que le parecía bien.
-Pero, ¿desde cuando hablas Francés?
-No, me lo dijo en inglés, que tengo el C1 desde hace un año.
-Ah, vale, bueno, pues, es que, no sé Paco… estoy cagada de miedo te lo juro.
-Tuvieron que volver a abrir y cerrar la puerta por el sensor que activaba la luz del armario.
-Paco, creo que ya está en el ascensor y Puri de Finanzas me acaba de enviar un whatsapp diciendo que le está haciendo la vida imposible a Hidalgo. Yo me voy a morir aquí mismo.
Se quedaron en silencio lo que pareció una eternidad hasta que escucharon el ding del ascensor que anunciaba la llegada de su verdugo. Josefina se secó las lágrimas y estiró su blazer de Zara como pudo, abrazó a Paco y abrió la puerta del armario de la limpieza. Ella salió a la luz y soltó la puerta sin mirar atrás dejando a Paco en el confort de la oscuridad del armario. A través de las paredes con moquetas llegó a distinguir el sonido de unos pasos que se aproximaban hacia él, el buenos días en la voz cantarina de Fina seguido del tintineo de una pulsera cuando alguien levanta el brazo para despachar a otra persona y el sonido de marcha con el que se alejaron los pasos hacia la oficina. Paco se quedó callado. Le pareció escuchar como se cerraba de golpe la puerta de nogal maciza de la oficina de Flora Vangreen. Josefina había entrado a la cueva del lobo y él ya no la podía ayudar.
Paco preparaba un té por la tarde. Como siempre al volver del trabajo había puesto la radio y sonaba su canción favorita del momento “De levante” de Carla Monzubi. Bailaba escuchando el coro “llevame, llevame igualmente” y ese son, que le recordaba al cubano le ayudaba a mecerse de un lado al otro. Sentía el solecito de la tarde que entraba por su ventana con los ojos cerrados e intentando disfrutar de ese momento de calma. Pero no era capaz, no había podido hablar con Josefina aún y tampoco se atrevía a escribirla. Paco miraba la pantalla de inicio del móvil esperando el mensaje de su prometida. Necesitaba saber qué había pasado tras esa puerta nogal. Le comía la ansiedad por dentro cuando de repente escuchó como se abría la puerta de casa. Las llaves de Josefina sonaron sobre el mueble de Ikea y sus zapatos chocaron contra la pared al ella quitarlos sin molestarse en quitar el nudo.
Avanzó hacia la cocina dónde la esperaba Paco y le miró fijamente a los ojos y le dijo:
Amor. 6 millones para 2 plantas, un seguro de viaje para cada una, 3 planos de arquitectos e interioristas para ubicarlas en la oficina, 2 llamadas programadas para que las putas plantas estuvieran dónde tenían que estar. Y ni se ha dado cuenta que faltaban.
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