El nacimiento del zodiaco
Pandora no podía ocultar su emoción,
pero los nervios por la gran responsabilidad del banquete la mantenían en
constante inquietud.
Por siglos, los Campos Elíseos
estuvieron en el olvido, cubiertos por una niebla que parecía esconder su
antigua gloria. Volviéndose todo un misterio en el Inframundo, incluso para los
lacayos de Hades. Pero al recibir la noticia de que sería la organizadora de un
banquete para los dioses que se estaría celebrando allí, no pudo ocultar su
emoción llegando a hastiar a Orfeo.
Era un secreto para muchos, menos
para Orfeo porque Pandora llegó a decírselo en algún momento. Para ella, los
Campos Elíseos habían sido su refugio en los momentos más deprimentes de su existencia.
Ahora que Hades le había encomendado tan exigente tarea, veía la oportunidad de
devolverle al lugar, la belleza que tanto le llenó de paz. Debía quedar
perfecto. Su vena perfeccionista se lo gritaba a voces que cada rincón, cada
flor y cada nota musical debían ser perfectos. No lo hacía solo por los dioses,
sino también para los héroes olvidades que alguna vez caminaron con honor por
sus campos.
Su plan era sencillo: que los
Campos Elíseos tengan nuevamente aquella vida característicamente energética que
le representaba. Para ello, las musas deberán tocar melodías más complacientes,
en específico, para Hypnos y Thanatos, los dioses gemelos. Un ambiente
armonioso para todo tipo de charlas. Y lo más importante, la mejor comida que
prepararía su queridísimo amigo Orfeo.
Eso era lo que tenía en mente, en
principio. Vaya error.
Hades solamente le había dado una
semana para organizar todo y no sabía por dónde empezar. Pandora, desesperada,
terminó arrastrando a Orfeo a su plan. Las ojeras y el suspiro constante de su
amigo no lograron convencerla de darle un respiro. Es que se le notaba en el
rostro, que apenas había podido descansar por el insomnio sin sentido del rey
del Inframundo.
Como si fuera poco, la mayoría de las
musas estaban ocupadas para ese día, aunque logró conseguir tres de ellas: a
Calíope, la protectora de la poesía heroica; a Polimnia, la inspiradora del
canto y la declamación; y a Euterpe, la protectora de la música.
La limpieza del templo fue una de
las tareas más complicadas para ambos ya que hacía milenios que ninguna alma heroica
y buena llegaba allí. Pudiendo ser, para Pandora, una razón por la cual los
dioses ya ni se pasaban por allí.
Para cuando el día del banquete
llega, tanto Pandora como Orfeo parecían muertos vivientes. Aun cuando contaron
con la ayuda de Hate, Pain, Forgot, Heat y Wail —unos diablillos al servicio de
Hades— para poder lograrlo.
Mientras colocaba las coronas de
flores y los dioses llegaban, Pandora no podía desviar la mirada de los tres
hermanos conversando lejos del bullicio.
—Cuando dejes de soñar despierta,
Pandora, échame una mano —la reprende Orfeo.
Pandora tarda en responder y solamente
lo mira, llena de curiosidad.
—¿No te intriga?
Pandora camina justo al lado de
Orfeo con una corona de flores en sus manos.
—¿Qué cosa?
—Ellos. —Mueve su cabeza señalando
a los hermanos con ella—. Los tres hermanos. ¿De qué estarán hablando?
—¿Es en serio? —Enarcó una ceja devolviéndole
la mirada—. No te metas en problemas, Pandora.
—Solo quiero saber, Orfeo.
—Eso no es de nuestra incumbencia, Pandora.
Y razón no le faltaba, ella lo sabía,
pero… ¿era algo tan importante que los demás dioses no pueden saber? ¿O algo
que está prohibido saberse?
—¿Por qué no lo podrán saber sus
otros hermanos? —Su tono curioso saliendo a flote.
—¿No has escuchado la expresión
humana de que la curiosidad mató al gato?
Orfeo enarcó una ceja ayudando a
Pandora a colocar las coronas en cada uno de los asientos.
—Solo quiero decir que el gato no
murió por la curiosidad, sino por la realidad.
Termina de colocar la última corona
en el asiento de Zeus.
—Como sea, simplemente ayúdame a
terminar los últimos detalles faltantes.
Rendida, decide olvidar por el
momento aquella curiosidad y hacer lo que le pide. No entiende porque exagera
tanto, ya no queda mucho por hacer así que fue fácil terminar, al colocar una bandeja
de frutas en el centro de la mesa. En su caminar, repasa en silencio las cosas
que ya se habían organizados. Euterpe había logrado maravillar a los dioses
gemelos con su música mientras Polimnia lo hacia con su canto. Algo le pareció
extraño. Calíope no estaba. Decidió ir a buscarla por si algo le había pasado hasta
que se topa que está hablando animadamente con Orfeo, su hijo.
En ese momento lo supo. Fue una buena
idea haberla invitado. Con la llegada de Apolo, los tres se veían como una
familia. Sus labios se curvan en una sonrisa por dos razones: la primera es por
ver a su amigo feliz y la segunda es porque ahora podrá espiar con tranquilidad
a los hermanos dioses.
Se acerca con cautela hasta unos
arbustos que allí se encontraban para intentar pasar desapercibida.
—¿No creen que el cielo nocturno es
aburrido?
La pregunta de Zeus acompañada de
una pequeña sonrisa hizo que Pandora se escabullera más en su escondite. Podía
darse a la idea de que el dios de los cielos ya sabía que allí se encontraba.
—Es hermoso verlo cuando no está
nublado para disfrutar de las estrellas —dice Poseidón.
—¿Tienes algo en mente, hermano?
Se sumó Hades al diálogo.
—Sí, una gran idea —asegura.
Pandora se queda expectante al
igual que Poseidón y Hades esperando más información de parte de Zeus.
—Quiero hacer formas al conectar
las estrellas, se pueden llamar constelaciones.
El silencio entre los hermanos fue
breve antes de que Hades volviese a hablar:
—No suena mal, algunos humanos suelen
ser muy espirituales.
—A mí me encanta la idea, aunque no
entiendo para qué nos llamaste.
—Bueno…
¿Constelaciones? ¿Con cuál propósito
las crearía? No entendía. Quizás debió haberle echo caso a Orfeo y apagar su
curiosidad durante el banquete. Ya no quiso escuchar nada más. Ya era
suficiente. Gateó como pudo entre los arbustos, pero cuando salió se topó con
los pies de Zeus y al alzar la vista, lo vio con una sonrisa ladina.
—¡Lo lamento, mi señor!
La voz agitada de Orfeo se escuchó
antes de que pudiera ayudarla a levantarse. Una vez en pie, mantuvo su rostro agachado
con ligereza evitando la mirada de Hades y la de sus hermanos. No era su intención
importunarlos, pero tenía una excusa. Por esta vez, la curiosidad le terminó
ganando.
—No pasa nada. Como quiera los iba
a llamar.
Miró a Orfeo sin entender a Zeus,
pero se quedó en silencio. Poseidón y Hades esperan explicaciones del mayor.
—Saben que no somos los únicos
dioses en este mundo, ¿no?
—Ajá —gesticula Poseidón.
—Necesito que alguien se haga cargo
de las constelaciones.
Pidió Zeus mirando a Pandora y
luego a Hades. Como si estuviese pidiéndole permiso a Hades antes de exponer su
idea.
—Que cuiden de ellas porque tendrán
cuerpo y alma igual que nosotros, ¿cierto?
—¡Exacto!
Por lo que había dicho Zeus, no le
parecía una idea descabellada. El problema viene siendo quién será el
responsable de tan exigente tarea. No se sabe cuantas constelaciones creará o
que pasará con la persona que le toque ese puesto. Si le diesen la oportunidad
de opinar, votaría por Orfeo porque así su amigo tendría oportunidad de ver más
seguido a sus padres.
—¿Pandora?
La voz de Hades la hizo abandonar
sus pensamientos.
—¿Sí?
—Queremos que seas la encargada de
las constelaciones.
No le hacía sentido que la escogieran,
sabía que Orfeo estaba mucho más capacitado que ella para ese deber.
En eso, Zeus le ofreció un
documento, un contrato para ser específicos. Al comenzar a leer varias
clausulas se dio cuenta de varias cosas —si llegase a aceptar—. La primera
sería que tendrá una constelación y estará basada en una serpiente. La segunda
es que deberá abandonar su nombre y comenzaría a llamarse Ofiuco. La tercera
sería que tendría sus propios aposentos para poder cuidar a las constelaciones
adecuadamente que estarán ubicados entre Etna, para que poder tener contacto con
Hades; Icaria, con Poseidón; y el Monte Olimpo, con Zeus. La cuarta y última es
que tendría la ayuda de otras constelaciones por si el enemigo es mucho más
poderoso y no hay dioses cerca para intervenir. No era un mal trato. Iba a
estar protegida y solo tendría que ser de niñera.
—Si algo no te convence, puedes
decirme.
Pandora tomó la pluma que Zeus le ofrecía,
sus dedos cerrándose alrededor de ella con firmeza. Sabía que no podía
permitirse retroceder ahora, no ahora con la mirada determinada de los hermanos.
Soltó un suspiro antes de hablar:
—No voy a negar que me asusta el tener que abandonar el inframundo, pero acepto el trabajo.
Firmó el contrato con un trazo decidido. No importaba si se arrepintiese en un futuro de su decisión; estaba lista para asumir las consecuencias pertinentes de la misma.
Hades sonrió aliviado mientras que
Poseidón aplaudió riendo feliz del nuevo proyecto.
En el cielo nocturno, Pandora
caminaba siguiéndolos, comenzando a tener ligeros cambios físicos. Su cabello
totalmente violeta malva, comenzó a oscurecerse volviéndose un negro noche con algún
que otro destello de su color original. Incluso, sus ojos amatista se volvieron
azabache. El tatuaje de una serpiente apareció por todo su brazo derecho, como
si fuese la firma de que Pandora ya había desaparecido y ahora era Ofiuco.
—Bien, comencemos.
Zeus comenzó a conectar las
estrellas bajo la atenta mirada de los presentes.
—Esta primera constelación se
llamará Aries.
Del interior de la constelación
salió un niño de aproximadamente ocho años con cabellos rojo intenso y en sus
ojos dorados su constelación destinada sosteniendo un libro. El carnero merecía
este agradecimiento ya que fue quien apagó una de las tantas iras de Ares. Y por
extraño que sonara, tan pronto Zeus mencionó su nombre, Pandora pudo saber la
información del pequeño quien se acercó a Pandora y abrió el libro para empezar
su lectura.
Aries, el carnero audaz. Representa
el principio del ciclo, donde todo comienza con ímpetu.
—La segunda constelación tendrá el
nombre de Tauro.
Salió el niño de cabello marrón
tierra mirando todo con asombro. El Toro que gracias a él escondí a mis
preciadas amantes de la bellísima Hera así que no sería raro que estuviera
aquí. Se dirigió hacia su hermano Aries y contempló maravillado las estrellas
en el cielo nocturno.
Tauro, el toro paciente. Representa
la estabilidad y la belleza de las cosas simples que anclan el alma.
—La tercera constelación se le
pondrá el nombre de Géminis.
Un niño de cabello lavanda —un lado
cálido y otro frío, representando su dualidad— con una sonrisa maliciosa. Los
gemelos Polideuco y Cástor, unidos en un solo ser. También será la constelación
que evidencie el primer pacto entre Zeus y Hades. El pequeño Géminis fue
hasta donde Aries para unirse a la lectura de este, comentándole:
—Los cuentos de Poe son buenos por
su oscurísima trama.
Géminis, los gemelos que siempre
conversan entre sí. Representa el cambio y la curiosidad, como un viento que
nunca deja de moverse.
—La cuarta constelación obtendrá el
nombre de Cancer.
El niño de cabello gris plateado salió
muy feliz de la constelación. El valeroso cangrejo gigante que dio su vida
por órdenes de Hera al luchar contra Heracles.
—Las estrellas están brillando más
de lo normal por nosotros, ¿no crees?
Cáncer se acercó a Tauro quien asintió
y se unió a él para contemplar las estrellas.
Cáncer, el cangrejo que camina
entre la marea y la arena. Representa tanto el amor como el miedo, guardián de
las emociones más profundas.
—Leo será el nombre de la quinta
constelación.
Aquel niño de cabello dorado intenso
corrió riendo, saliendo de su constelación. El gran rey de los animales no
podía faltar aquí. Leo se acercó a Orfeo analizándolo con la mirada y
comenzó a hacer eso con los demás.
Leo, el león que ruge y gobierna.
Representa la ambición de forjar su propio destino e iluminar con su brillo las
sombras más oscuras.
—Ahora vamos con la sexta
constelación, Virgo.
Zeus observó con nostalgia la
constelación. Pandora no pudo evitar contagiarse de lo que sentía el dios del
Olimpo, esta era para recordar a su querida hija Astrea.
El niño de cabello rubio ceniza
suave salió de manera calmosa.
—Tenemos que estar agradecidos de
que las estrellas brillen con el propósito de felicitarnos en nuestro
nacimiento con cuerpos y almas propios.
Virgo se acercó a Cáncer y Tauro
para continuar hablando.
Virgo, la doncella sabia y
meticulosa. Representa la perfección en cada detalle y la búsqueda del orden en
un caótico mundo.
—Ya a la séptima constelación la
llamaremos Libra.
Un pequeño de cabello rubio miel
salió sin ninguna expresión en su rostro. Sería la balanza que elimine a
Ofiuco de esta rueda de constelaciones. Libra caminó en silencio acercándose a
Leo para después tomarlo de la muñeca y alejarlo de los adultos.
—Aguafiestas. —Se quejó Leo dejándose
llevar por Libra.
Libra, la balanza que siempre busca
el equilibrio. Representa la justicia y la armonía, pero también a veces la
duda.
—Prosigamos con la octava
constelación que será nombrada Escorpio.
Un niño de cabello rojo oscuro
salió con una actitud un poco chulesca. El puesto lo tenía bien merecido, fue el
gran protector de la diosa Artemisa.
—Siempre me agrada como Poe saca a
la luz la verdad de la oscuridad.
Escorpio comentó acercándose a
Aries y a Géminis.
—Llegó el niño bueno.
Se burló Géminis siendo escuchado
por Pandora quien no pudo evitar soltar una leve risa por su comentario.
—Yo siento que Poe es mejor que la
temática de la historia.
Aries habló provocando que Orfeo
riera y dejara tanto a Géminis como a Escorpio sin comprender.
Escorpio, el escorpión que guarda
secretos bajo su aguijón. Representa la intensidad sin límites y el poder
prohibido.
—Ahora con la novena constelación
que llevará por nombre Sagitario.
El niño de cabello cobre brillante
salió limitándose a sonreír. Pandora sonrió al ver la siguiente. ¿Cómo a
Zeus se le iba a olvidar hacerle este gran homenaje a su amigo Croto? Ya se
estaba preocupando por ello. Sagitario se fue directo a donde Libra y Leo para
tomar sus manos.
Sagitario, el arquero viajero.
Representa la libertad y la exploración hasta apuntar mas allá del horizonte
para cumplir cualquier sueño.
—Vamos con la décima constelación
que llamaremos Capricornio.
Un niño de cabello negro azabache salió
muy serio de su constelación. Amaltea, la amada cuidadora de Zeus a la
cual Hera le confió su vida.
Capricornio, la cabra que escala
montañas imposibles. Representa la tenacidad a gran escala, pero también la
soledad absoluta.
El menor miró con desdén a los
presentes y se fue a un lugar apartado viendo a sus hermanos divertirse.
Pandora lo observó sin saber si acercarse o no al recién llegado. Ya presentaba
una tremenda actitud a comparación de los otros.
—Continuemos con la undécima
constelación que llevará por nombre Acuario.
Zeus sonrió enamorado. Como no, si
esta constelación era en honor a su gran y bello Ganimedes, como le dice el
mayor. Pandora se fijó que Poseidón y Hades rodaron los ojos ante las palabras
de su hermano.
Aquel niño de cabello azul
eléctrico salió con una sonrisa tímida. Este solo se limitó a acercarse a
Capricornio quien le dedicó una leve sonrisa.
Acuario, el portador del agua que
fluye con ideas y cambios. Representa la renovación y la revolución, el cambio
no necesariamente sea caos.
—Por fin ya vamos para el último.
Zeus comenzó a estirarse ya
exhausto de estar usando su poder sin parar.
—Esto parece una manada de niños.
Susurró Poseidón a Hades y provocó
que este último riera.
—Entonces, la duodécima
constelación será Piscis.
El niño de cabello verde menta salió
algo nervioso y con cierto miedo. Entendió el mensaje de Zeus, plasmar el
recuerdo de cuando Afrodita y Eros huían de Tifón por las aguas. Piscis,
despavorido corrió hacia Capricornio y Acuario ocultándose detrás de estos.
Acuario intentó tranquilizarlo mientras que Capricornio se mantuvo firme y
aumentó su seriedad para que nadie se les acercara.
Piscis, los peces que nadan en
sueños. Representa la realidad que se diluye de a poco y el amor como un enigma.
—Estos son los doce niños que
deberás cuidar.
Pandora no pudo evitar soltar una
sonrisa mientras veía a los niños. Cada cual con sus personalidades únicas y
desafiantes. Sabía que tendría la ayuda de varias constelaciones y eso la
dejaba tranquila.
—Por el momento, te dejaré a Altar
en lo que verifico a las demás antes de entregártelas.
Zeus chasqueó los dedos haciendo
aparecer una constelación, Altar.
—Dama Ofiuco, estoy a su
disposición.
No pudo evitar que sus mejillas se
sonrojaran levemente, no estaba acostumbrada a ese tipo de trato. Se volteó a
ver a los tres hermanos, inclinándose, haciendo una reverencia.
—No se arrepentirán de haberme
dejado esta misión a mí, se los aseguro.
—No tenemos duda de eso.
Altar se había adelantado en ir a
buscar a los niños y la invitó a irse, pero le pidió que se adelantara con los
pequeños a los aposentos. Orden que Altar siguió sin rechistar. Orfeo se despidió
de los dioses antes de irse junto Hades al inframundo mientras Poseidón desaparecía
hacia su reino. Por otro lado, Zeus se quedó mirando el cielo estrellado bajo
la atenta mirada de Ofiuco.
—¿Aún no te vas, Ofiuco?
Habló sin dejar de mirar las
estrellas.
—Siento que estás planeando algo,
Zeus…
El tono dudoso que mostró no era característico
de ella, pero algo pasaba.
—Mantén la calma que no es nada
malo para nadie.
—¿Entonces?
Zeus se mantuvo en silencio. Ella
ya se hacía una idea de lo que sucedía. Si el dios del olimpo había tomado
estas medidas ahora, solo significaba una cosa, enemigos. De seguro vendrían del
área nórdica o china y había que estar preparados para evitar cualquier
desastre mitológico. La conversación culminó al Zeus desaparecer dejándola en
el vasto cielo estrellado.
Ofiuco, el portador de serpientes.
Un punto de quiebre olvidado en la historia entre el límite de lo que fue y lo
que podría ser.
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