martes, 28 de enero de 2025

-Relato 2 de Melanie Bermúdez

Una Noche Diferente


Nos abrimos paso entre la multitud, ignorando los insultos de algunos que también quieren avanzar. Continuamos avanzando hasta encontrar un buen lugar. Taylor choca su hombro con el mío cuando las luces se apagan a los pocos minutos, dejando solo los reflectores que iluminan el escenario.

Mis ojos se fijan en el chico que sube al escenario cuando el público estalla en gritos estruendosos. Lo miro a la cara y detallo que sus ojos son de un claro color. Lleva el cabello rubio hasta la barbilla, viste unos shorts negros y una camiseta a juego con la imagen de Mickey Mouse, lo cual me hace sonreír sin enseñar los dientes. Su presencia emana una mezcla irresistible de dulzura, rebeldía y atracción. Poco después, otro chico se une al escenario, provocando otra oleada de gritos. En solo unos segundos, puedo apreciar sus grandes ojos oscuros y desordenados mechones de cabello castaño. Está adornado con tatuajes que se extienden hasta su cuello y cara, y exhibe una sonrisa cautivadora dirigida al público.

—¡Ya va a salir Jake Hott! —grita una chica a mi lado, quien no para de saltar emocionada—. ¡Ahí viene! —Cubro mis oídos con las manos cuando vuelve a gritar, y la miro abriendo los ojos con una mezcla de susto y diversión. Ella también me ve en ese momento antes de volver los ojos al escenario—. ¡Mira... Míralo!

Levanto la vista y en ese instante todo se vuelve una locura, un completo caos.

Los gritos se intensifican cuando aquel chico hace su entrada en el escenario, y me fijo en él. Su rostro está serio, demasiado. Su cabello es negro y desordenado, y por un segundo siento que contengo la respiración cuando se pasa la mano por él, enredándolo aún más y provocando que las chicas vuelvan a gritar. Aquel gesto y su mirada le otorgan un atractivo inigualable.

Siento que mi garganta se seca cuando su camiseta negra se le levanta un poco al acomodarse las cuerdas de su guitarra eléctrica, revelando un destello de su abdomen. Mi atención sigue clavada en él, incapaz de apartar los ojos, especialmente cuando noto algo intrigante: tiene tatuajes que serpentean por la superficie posterior de ambos antebrazos, extendiéndose hasta las palmas de sus manos.

«Es como si estuviera presenciando a un dios del rock en carne y hueso».

El rubio se organiza detrás de la batería, el castaño se acomoda el bajo y el que parece un dios del rock se acerca al soporte del micrófono.

—Seattle. —Su voz resuena en el aire, causando más caos entre las chicas—. ¿Están listos para esta noche? —Entonces, su rostro se ilumina con una sonrisa cautivadora y sensual cuando escucha el escándalo.

Dirige su mirada hacia sus compañeros y señala al rubio.

—Él es Tom, nuestro baterista —lo presenta. Tom golpea la batería, provocando un estallido de emoción entre la multitud—. Matt, nuestro bajista —dice, señalando a Matt, quien hace resonar las notas del bajo, aumentando la euforia en el lugar—. Yo soy Jake, el guitarrista y vocalista. —Empieza a tocar, creando un ritmo electrizante—. Somos la banda RockZ.

—Con zeta al final —menciona el rubio y el lugar se llena de risas, mientras Jake solo pone los ojos en blanco; sin embargo, una de sus comisuras parece elevarse solo un poco. Sigo sin poder apartar la mirada de él.

Una chica grita: «¡Te amo, Jake!», a lo que él responde guiñándole el ojo.

La primera canción comienza y la multitud enloquece. Su música es rápida y la voz del vocalista encaja a la perfección, pues canta de una forma única y hermosa. No he escuchado sus canciones antes, solo vine porque quería acompañar a Taylor, ella es muy fan.

Miro a Taylor un segundo y, al volver la vista al escenario, noto que el vocalista me está mirando. Su rostro no muestra ninguna expresión y sus ojos son demasiado intensos. Me empiezo a sentir nerviosa hasta que el aire regresa a mí cuando deja de verme.

Cuando el concierto termina, pronuncia un suave «Gracias por venir». El vocalista es el primero en descender del escenario sin mirar a nadie, seguido de cerca por los demás integrantes.

Todos se dispersan y música comienza a sonar por todo el lugar, iniciando la fiesta en el bar. Mientras tanto, un grupo de personas desmonta el escenario.

Taylor propone ir por unos tragos, así que nos dirigimos a la barra. Sin embargo, mi curiosidad me lleva a voltear y echar un vistazo al grupo de chicos que suben unas escaleras hacia una zona más exclusiva del lugar. Mi atención se centra solo en el vocalista y en su espalda, ya que desde mi posición es lo único visible de él. Cuando nos sentamos y tomamos la primera ronda, dejo la cerveza vacía sobre el mesón y la miro.

—Voy al baño, no tardo.

—Aquí te espero. —Asiento y me alejo.

Por un momento, mientras me hago paso entre las personas, tengo la extraña sensación de estar siendo observada, así que me detengo y miro por encima de mi hombro, pero no veo nada más que la zona exclusiva del bar donde los miembros de la banda conversan entre ellos, rodeados de otras personas de esa área que también charlan entre sí. Parpadeo y continúo caminando.

Al salir de uno de los cubículos del baño, me enjuago el cuello y las manos con agua. Acomodo mi vestido negro corto y me observo en el espejo, quedándome ahí un minuto más, contemplándome en silencio. Cuando salgo del baño de mujeres, mis vellos se erizan al escuchar: «¡Inspección!»

Me sobresalto y retrocedo rápido. En un acto de precipitación, tomo el primer pomo que encuentro y abro la puerta del baño. Empujo un cubículo entreabierto sin siquiera pensarlo, solo para descubrir, para mi total sorpresa, la espalda grande y fuerte de un chico que está... está orinando. ¡Maldición! He entrado al baño del género equivocado.

—¡Ey! —exclama cuando mi pecho choca con su espalda, mirándome por encima de su hombro. Rápido, cierro la puerta detrás de mí al escuchar pasos acercándose.

—Lo siento. Si prefieres terminar de orinar, prometo no mirar.

Escucho un chasquido de molestia y cierro los ojos avergonzada. Entiendo su actitud, pues si estuviera en su lugar, probablemente estaría gritando como loca.

La puerta del baño de hombres se abre y las voces se intensifican. Miro a mi alrededor, buscando de forma estúpida alguna salida, hasta que escucho el sonido de una cremallera cerrándose. El chico se gira hacia mí, y al levantar la cabeza para enfrentarlo, ya que es considerablemente más alto que yo, y eso que no soy precisamente baja, mis ojos se abren de par en par al reconocerlo.

Los ojos intensos se clavan en mí con seriedad, y no me siento intimidada solo porque un miedo mucho peor me consume, por lo que me muevo a un lado con la intención de subirme al inodoro, tratando de ocultar mis piernas de las miradas de los policías afuera, pero mi mala suerte vuelve a manifestarse cuando me doy cuenta de que no hay ninguno, sino un urinario.

«No sé cómo subirme a eso».

Me vuelvo hacia el vocalista de la banda, quien me mira con el ceño fruncido. Mi mirada se desliza rápido por su cuerpo, y él se da cuenta, especialmente cuando me detengo un par de segundos más de lo debido en su entrepierna.

—¿Por qué miraste hacia abajo? —habla tan bajo que me cuesta escucharlo.

—No lo hice —respondo en el mismo tono.

—Lo hiciste.

Estoy a punto de contestar, pero en cambio, aprieto los labios al oír voces acercándose.

Hemos atrapado a diez menores. Los llevaremos a la estación —informan por lo que parece ser un walkie-talkie.

—Entendido, equipo —responde uno de los policías presentes en el baño.

—Estos chicos no respetan las reglas. Con el concierto de la banda esa que se está haciendo famosa, era de esperar que hubiera menores y venta de alcohol. Vamos a revisar a todos los que podamos —escucho decir a otro policía presente en el baño. «Son dos».

Observo al chico frente a mí, y a su vez, él me mira con mayor atención.

—¿Hay alguien aquí? —pregunta uno de ellos, deteniéndose frente a este cubículo.

Justo cuando veo por debajo de la rendija que uno se está agachando para verificar al no escuchar nada, Jake sujeta mis muslos y me levanta con facilidad, obligándome a envolver mis piernas alrededor de su cintura.

—Sí, ¿qué pasa? —pregunta sin apartar la mirada de mis ojos, como si estuviera explorando cada parte de mi rostro.

Mi cuerpo reacciona a su tacto, especialmente cuando sus pulgares rozan la parte interna de mis muslos mientras me sostiene firme.

—Lo siento, chico, estamos realizando una inspección de rutina. ¿Puedes salir y dejarnos revisar tu identificación?

Se mantiene en silencio, pero con cuidado me baja cuando ve que los policías se alejan un poco. Abre la puerta lo justo para salir, simulando que había estado usando el baño. El silencio se instala, pero segundos después puedo escuchar cómo los policías le agradecen y veo las sombras debajo de la puerta moverse hacia la salida. Cuando pienso que no queda nadie más aparte de mí, el cubículo se abre de nuevo y aquellos ojos vuelven a dirigirse a los míos. No dice nada y yo tampoco. Solo nos miramos. Reuniendo valentía, lo observo con mayor atención y entreabro los labios, dejando salir lo primero que se me ocurre.

—Hola.

Arruga la frente y la mirada que me da logra intimidarme.

—¿Qué fue todo eso? —Ladea la cabeza, manteniendo la misma mirada. Ahora me siento tonta porque no me saludó.

Me encojo de hombros.

—¿Por qué quieres saber? —Una contrapregunta estúpida, pero es que no quiero contarle lo que sucede.

Da un paso hacia adelante y en ese estrecho espacio, siento que me roba todo el oxígeno.

—Porque sí. —Es tan cortante al hablar.

No le voy a decir nada, así que, decidida, paso por su lado para salir del cubículo, pero antes de que pueda abandonar el baño, siento cómo toma mi brazo, deteniéndome.

—No has respondido a mi pregunta.

Nos volvemos a mirar.

—No quiero hacerlo.

Me evalúa en un instante y luego se cruza de brazos, manteniendo una expresión desafiante.

—Entonces iré a decirles que te revisen, porque tienes cara rara.

Pasa junto a mí como si nada y entreabro los labios, siguiéndolo antes de que salga y empujando la puerta con la palma de mi mano para cerrarla de nuevo.

—¿Sabes? Lo que tienes de talento, lo tienes de idiota.

Se voltea y entonces, me sonríe. Lo hace mostrándome todos sus dientes, dejándome embobada durante unos instantes, como si su sonrisa me hubiera dejado en trance. Niego con la cabeza y reacciono.

—¿Gracias? —Deja de sonreír pasados unos segundos y su expresión vuelve a ser seria, aunque más neutral si eso es posible.

Tomo una profunda bocanada de aire y cierro los ojos por un breve momento, para después mirarlo de nuevo.

—Por favor, no digas nada.

Creo percibir un brillo fugaz en sus ojos, de esos que pasan tan rápido que no puedes estar segura si fue real o no.

—Con una condición.

—¿Cuál?

—Tu nombre.

Es una condición extraña, pero él parece ser alguien extraño, así que menciono el primer nombre que se me viene a la mente.

—Fabiola —miento y sus ojos se entrecierran.

—Ese nombre no te queda.

Sonrío y noto que baja enseguida la mirada a mis labios.

—Díselo a mis padres.

Salgo del baño y lo hace después, alcanzándome y aparentando desinterés, aunque aún puedo sentir sus ojos sobre mí. En un momento de distracción, choco con su costado sin querer.

—Mira por dónde vas —dice serio.

—Mejor tú mira por dónde caminas…, tonto.

Veo un atisbo de diversión mientras seguimos caminando. Es un gesto sutil que apenas percibo, pero sé que está ahí.

—Deberías aprender mejores insultos.

—Y tú deberías aprender a caminar —contraataco.

De repente, se detiene bruscamente y se gira hacia mí, obligándome a hacer lo mismo y mirarlo. Arrugo la frente mientras sigo mirando sus ojos... ¿De qué color son? No he conseguido identificarlos hasta ahora, y la escasa luz en este lugar no ayuda.

—Sé caminar y me llamo Jake.

«Lo sé», pienso.

—¿Te pregunté?

Chasquea los dientes y desliza de forma sutil su lengua por el labio inferior.

—Grosera.

Adopto la misma expresión seria que él.

—Tú también lo eres.

—Yo soy así.

Lo dice tan tranquilo que ni siquiera espero a que diga que es broma, porque está claro que no lo es.

—No me caen bien los tipos como tú —añado.

—¿Te pregunté? —Enarca una ceja y me escanea de pies a cabeza.

Mis mejillas comienzan a arder. Volteo y continúo caminando, dándole la espalda, aunque escucho sus pasos detrás de mí. Al llegar a la salida del pasillo, me detengo y giro la cabeza para mirarlo una última vez. Él hace lo mismo con la misma expresión seria. Ruedo los ojos y comienzo a caminar en dirección opuesta a la suya.

Ya no hay música; el lugar está medio vacío porque los policías piden a todos dirigirse a la salida. Al parecer, el bar incumplió la ley de venta a menores y una sonrisa se dibuja en mis labios cuando veo a Steve llorando en una esquina. Sus ojos hacen contacto visual con los míos y le guiño un ojo antes de desaparecer y salir a la oscuridad de la noche. Pero al salir, regreso de inmediato al notar a un policía acercándose a mí. Camino rápido, abriéndome paso entre la gente y chocando con varios para poder avanzar. Busco a Taylor, pero no la veo por ningún lado. Miro por encima de mi hombro y veo al mismo policía mirándome, moviendo a las personas que salen para llegar hasta mí.

Llego a las escaleras que conducen a la zona exclusiva del bar y subo corriendo, perdiéndolo de vista y encontrándome con más personas, pero ninguna de ellas es Taylor.

—Creo que ya se fue —dice una voz cerca de mí.

Sigo buscando hasta que choco con alguien y al voltear veo que es el vocalista de la banda. Está hablando por teléfono.

—Olvida lo que dije. —Me observa con fastidio—. Yo no te debo ningún fa… —Se calla cuando parece acordarse de algo—. En ese caso, Batman te debe un favor por ayudarlo con la vecina, no yo.

No sé qué hago ahí parada como una idiota, así que doy la vuelta para buscar un lugar donde esconderme cuando veo al policía buscándome. Sin embargo, la mano de Jake se cierra sobre mi muñeca, deteniéndome.

—Ponla al teléfono o no va a creerme.

Trato de liberar mi muñeca, pero su agarre se intensifica. Me extiende el teléfono y lo tomo sin comprender del todo.

—¿Qué se supone que haga con esto? —Me mira con cierto aire de desesperación.

—Póntelo en la oreja —responde con mal humor, como si tuviera que explicarme algo evidente.

—¿Hola?

Mila, soy yo, Taylor.

—¿Taylor? —Arrugo la frente.

No te asustes, estoy bien. Intenté llamarte, pero no respondiste, así que pensé que habías dejado tu móvil en casa. —Me doy cuenta de inmediato de que olvidé guardar el teléfono en mi sostén y hago un gesto mientras bajo la mirada a mis pechos. Jake observa la acción con curiosidad—. Jake te hará el favor de llevarte.

—¿Qué? No, no quiero eso. —Lo miro y me encuentro con sus ojos—. ¿Tú dónde estás?

Con Matt, el bajista de la banda. Te conté todo por chat antes de darme cuenta de que dejaste el móvil, así que cuando llegues, tómalo y lee todo —susurra, como asegurándose de que quien está a su lado no la escuche.

—Pero Taylor…

Te amo. Adiós. —Me cuelga.

Aparto el móvil de mi oreja y Jake extiende la mano, indicándome que se lo pase, así que se lo entrego. Suelta mi muñeca y nos quedamos mirándonos.

—Vamos. —Se dirige a las escaleras, pero lo detengo agarrándolo del brazo.

—No puedo ir por ahí.

—¿Por qué no?

—Porque... —Me escondo detrás de su espalda al creer que el policía me ha visto cuando su cabeza gira hacia acá—. Necesito salir de aquí ahora mismo o estaré en problemas.

Él observa al policía que se acerca a las escaleras para subir a esta zona y luego vuelve a dirigir su atención hacia mí. Sujeta mi muñeca y empieza a caminar en la dirección opuesta, llevándome consigo.

Veo al rubio de la banda, echando un vistazo al alboroto del bar mientras un grupo de chicas lo rodea. Nos ve, me saluda con la mano, y sin saber muy bien por qué, le respondo con un gesto similar.

Jake abre una puerta con escalerillas de emergencia y bajamos rápido, adentrándonos en un callejón. Me suelto y se me queda mirando.

—Gracias por ayudarme, pero no te conozco y prefiero irme sola.

Me mira igual de serio que antes. Su rostro parece nunca cambiar de expresión.

—Como quieras. —Me da la espalda y se aleja, saliendo por la entrada del fondo, mientras que yo me dispongo a tomar la más cercana.

Todavía hay caos por todas partes. A algunos aún les piden la identificación. Aún así, somos tantos jóvenes que sería imposible revisarnos a todos.

Me alejo de la entrada principal y de los policías. Cruzo la calle y me dirijo hacia el estacionamiento donde dejamos el coche, pero al llegar descubro que el lugar está vacío. Por un momento, consideré que lo dejó aquí, y que luego regresaría por él. Pero ahora veo que se marchó tanto con el coche como con el chico.

Los nervios me invaden y giro en todas las direcciones, comenzando a ponerme nerviosa porque no tengo nada conmigo: ni dinero, ni móvil. ¿Cómo se supone que me iré a casa? Creí que podría resolverlo de otra manera, pero ya veo que no.

Un coche se detiene a mi lado, y la ventanilla se baja, revelando a un hombre al volante.

—¿Necesitas que te lleven, lindura?

—No.

—¿Estás segura?

—Sí.

—Pareces perdida. —No respondo.

La puerta del copiloto se abre, y el sujeto sale. Estoy a punto de retroceder un paso cuando veo que se acerca; pero entonces, se escucha un estruendo y al voltear, observo una moto elegante que aparece de la nada en medio del lugar, atrayendo las miradas de las chicas que se centran en su conductor.

—¿Algún problema? —pregunta deteniéndose detrás del coche.

Su rostro muestra algo nuevo, una expresión y seriedad que, si lo estuviera viendo por primera vez, me haría salir corriendo del miedo. Creo que es precisamente lo que le sucede al tipo frente a mí, quien da un paso atrás y niega, para luego acercarse de nuevo al coche.

—Ninguno. —Sube y se va.

Vuelvo a dirigir la mirada hacia el dueño de la moto, quien la enciende, y me da la impresión de que se marchará.

—¿Me estás acosando? —pregunto cuando se detiene a mi lado, solo la movió un poco.

Esboza una sonrisa de lado, elevando ligeramente la comisura de sus labios.

—No eres mi tipo, así que no te creas afortunada.

Cruzo los brazos y lo miro mal. 

—Déjame en paz.

Giro para alejarme hacia quién sabe dónde, pero baja de la moto y se coloca frente a mí, obligándome a retroceder para poder verlo mejor.

—Créeme, eso quisiera.

Empiezo a sentirme incómoda por su mirada fija en mis ojos, la cual provoca un espasmo en mi cuerpo. Así que decido decir lo primero que se me viene a la cabeza para librarme de esa situación.

—Deja de molestarme.

—No te estoy molestando.

—Lo haces ofendiéndome.

—No te ofendí.

—Lo hiciste llamándome fea.

—Nunca te llamé fea. —Continúa observándome y yo hago lo mismo. Parece realmente entretenido por mi reacción—. ¿Siempre eres tan dramática?

—Sí —respondo con orgullo y, una vez más, en esa noche, él me sonríe de verdad, aunque no por mucho tiempo.

Señala con la cabeza hacia su moto.

—Vamos, no me hagas arrepentir de esto.

—No iré a ninguna parte contigo. Ya te lo dije, no te conozco.

Da un paso atrás, acercándose a su moto.

—Yo tampoco te conozco, Mila, pero alguien está cobrándose un favor que mi perro le debe, así que vamos. —Ignoro el hecho de que ya conoce mi verdadero nombre.

—Batman es un perro. —Eso provoca una pequeña sonrisa en mí, y dirige su mirada hacia mis labios.

—Estoy perdiendo la paciencia y tengo muy poca, así que sube ahora o quédate aquí en medio de la nada. —Señala sin interés la cuadra de afuera del estacionamiento—. Tengo entendido que hay ladrones en la zona que esperan encontrar a chicas como tú para robarlas, cortarles el cabello y…

Agarro mi cabello largo entre mis dedos, y él medio sonríe o ¿lo imaginé?

Camino hacia su moto y la observo, sintiendo un hilo de nervios porque no me gustan. De reojo, noto que me mira, intento fingir normalidad mientras subo. Se acerca y me dirige una última mirada antes de tomar su casco y colocármelo. Sin apartar los ojos de mí, lo asegura y luego se sube.

—Sujétate —me pide, y obedezco agarrándome de la parte trasera.

Mira por encima de su hombro y mantiene una expresión seria al observar dónde me estoy sujetando. Vuelve la mirada al frente y enciende la moto. Arranca y, enseguida, frena bruscamente, lo que me impulsa hacia adelante y me obliga a rodear su cintura. Le miro con rabia, pero rápidamente cambio la expresión al descubrir que me está observando a través del retrovisor con una mirada divertida.

Vuelve a arrancar, cierro los ojos y, al abrirlos, noto que estamos pasando a toda velocidad frente a la entrada del bar. Justo en ese momento, el mismo policía que me siguió antes sale por el mismo callejón que yo y nos ve pasar. Le dice algo a otro policía y cada uno sube a una moto, empezando a perseguirnos. Lo que faltaba: una persecución y solo por ser menor de edad.

—¡Agárrate fuerte! —Obedezco.

Gira en una esquina y suelto un grito al ver cómo la moto se inclina en la curva, acercando mi rostro al pavimento.

—¡No grites! —me grita.

Gira en otra esquina y vuelvo a gritar.

—¡Deja de hacer eso! —pido, cuando la moto se inclina de nuevo hacia el suelo.

Miro por encima de mi hombro. Eran dos motos las que nos seguían, pero ahora solo hay una. Al volver la vista al frente, grito cuando la moto que no había visto aparece de repente frente a nosotros. Jake frena en seco, haciendo rechinar las llantas. Creí que estábamos acabados, pero en un instante, realiza una maniobra con una velocidad inexplicable y acelera hacia otro lado, haciendo que los dos policías se estrellen.

—¡Tus gritos me desconcentran!

No he dejado de gritar y puedo sentir cómo mi corazón late a toda velocidad.

—¡Para, por favor! —grito e insisto moviendo sus hombros.

Cuando lo hace, bajo rápido. Mis manos tiemblan y me resulta difícil respirar. Me observa desde la moto, sin bajar. No hay señales de los policías ni se percibe el sonido de las sirenas.

—Tenía que perderlos —comenta serio, aunque percibo cierta amabilidad en él. ¿O será que de nuevo lo estoy imaginando?

—Lo sé. —Y compartimos una mirada durante un buen rato.

Es el primero en apartar la vista, observando alrededor.

—Deberíamos irnos. Esta calle no es segura.

No quiero volver a montarme en esa moto, pero no tengo otra opción.

—¿Estás bien? —pregunta cuando me subo. No respondo y dirige la mirada al frente—. Dirección. —Se la doy y arranca.

«La respuesta es no, no estoy bien».

Cuando ingresamos a mi calle, no espero a que se detenga frente a mi casa, y salto de la moto. Estuve a punto de caerme, pero me recompuse enseguida. Estaciona en la acera y me mira con seriedad.

—Conduces como un maldito loco. —Lo señalo con el dedo y le entrego su casco de mala gana—. Podrías habernos matado.

—Sigues con vida, deja de quejarte y agradece. —Cruza los brazos sobre el pecho y me mira con expresión de estrés.

—No te voy a agradecer nada.

Observa a los lados y luego hacia mí.

—Estás histérica por nada. Además, te salvé de la policía y así es como me pagas. —Sé que con eso último tiene razón, así que solo observo la moto con inseguridad y se percata de ello—. No te gustan, lo noté.

—Y a pesar de eso, decidiste ir a toda velocidad —reprocho.

—Enfrentar los miedos es la mejor manera de superarlos.

—Ve y dile eso a alguien que le importe. —Hago un gesto con las manos, echándolo para que se largue, pero doy varios pasos atrás, nerviosa, cuando se baja de la moto, llevando esa expresión intimidante que ya había mostrado al hombre que me acosó en el estacionamiento—. De todas formas, no pareces ser el tipo de chico que va tranquilo en una motocicleta así —añado antes de que llegue hasta mí.

—No lo soy —me mira directamente a los ojos al alcanzarme—, pero si no hubieras sido tan ruidosa en el camino, habría hecho una excepción.

Algo golpea contra mi pecho y siento cómo mis latidos se aceleran debido a eso.

—No te creo.

Ladea la cabeza con una acción tan relajada que mi corazón se acelera aún más.

—No tienes porqué creerme.

Una suave brisa acaricia nuestros cabellos mientras seguimos mirándonos sin apartar la vista.

—Debería entrar ya —menciono y sabiendo que es lo correcto, agrego—: Gracias.

Él continúa observándome, detallándome con un ligero ceño fruncido.

—¿Por qué te asustan? —la pregunta me detiene antes de darle la espalda.

Me lo quedo mirando sin saber si responder con la verdad o no. No lo conozco, seguramente no lo volveré a ver, así que…

—Mi padre murió en una cuando yo era niña, un auto lo atropelló. —No hay cambio de expresión en él—. Y yo… bueno, yo estaba allí y vi todo. Él estaba por recogerme en la escuela cuando ocurrió.

Espero una respuesta, pero está nunca llega. No digo nada más y le doy la espalda, caminando hacia el árbol junto a mi ventana. Me detengo en seco, miro atrás y nuestros ojos hacen contacto por última vez. Él sigue ahí, mirándome fijamente. Regreso la mirada al frente y continúo avanzando. Escalo con cuidado, aferrándome a las ramas hasta llegar a la ventana. Al pisar el suelo de madera de mi habitación, me volteo y aún lo veo ahí.

Bajo la mirada al piso, sintiéndome extraña, y cierro las cortinas. Pasado un minuto, escucho el ruido de su moto alejándose.

 

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